Cuando escribo esta mecedora tengo ante mí 180º de mar mediterráneo, un mar azul, tranquilo, calmo… el breve susurro de sus aguas llena el silencio de este rincón privilegiado del levante español.
Mi mirada se pierde en el horizonte, donde se une la línea del mar con el azul del cielo y me imagino a otras personas al otro lado de este mismo mar. Hombres y mujeres africanos que han cruzado miles de kilómetros en su continente. Proceden de distintos países subsaharianos: Malí, Senegal, Kenia, Burkina Faso… y se dan cita donde acaba su tierra. Miran este mismo mar y piensan en cómo poder cruzarlo. Se acerca el momento en que muchos darán fin a sus sueños llegando a la tierra de “El Dorado”. Otros terminaran sus sueños en el fondo del mar, este mar que está sirviendo de cementerio para cientos de miles de africanos que huyen del hambre y la miseria. Tienen poco que perder, muchos sólo su vida y la pierden en este viaje en pos de la esperanza de una vida mejor.
El 3 de octubre se cumplirá un año de la tragedia de Lampedusa. Murieron 339 africanos, hombres y mujeres. Vergüenza, dijo sentir el papa refiriéndose a esta tragedia. El primer viaje que hizo el papa Francisco fue a la isla de Lampedusa. En junio pasado hizo un año y con este motivo volvió a hablar de la inmigración.
“Después de un año, el problema de la inmigración se está agravando y, lamentablemente, se han seguido verificando otras tragedias con un ritmo acelerado. A nuestro corazón le cuesta aceptar la muerte de estos nuestros hermanos y hermanas que afrontan viajes extenuantes para huir de dramas, pobreza, guerras, conflictos, a menudo ligados a políticas internacionales.
Me dirijo de nuevo espiritualmente frente a la costa del mar Mediterráneo para llorar con cuantos están en el dolor y para echar las flores de la oración del sufragio por las mujeres, hombres y niños que son víctimas de un drama que parece no tener fin. Y que requiere que se afronte no con la lógica de la indiferencia, sino con la lógica de la hospitalidad y del compartir, con el fin de tutelar y promover la dignidad y la centralidad de todo ser humano.
Aliento a las comunidades cristianas y a todos los hombres de buena voluntad a seguir inclinándose hacia los necesitados, para tenderles la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y comprensión. Al mismo tiempo, anhelo que las instituciones competentes, especialmente a nivel europeo, sean más valientes y generosas en socorrer a los prófugos”.
Cuando leo estas palabras del papa, pienso en este Gobierno nuestro, tan católico él, tan creyente, tan defensor de los crucifijos en las escuelas, de las clases de religión, de una ley contra el aborto de las más restrictivas de toda Europa… Sin embargo, este gobierno hace oídos sordos a un problema que está causando dolor y muerte a cientos y miles de seres humanos. Vergüenza sentimos muchas y muchos de los habitantes de este país del norte que soluciona los problemas de la inmigración, del hambre y la pobreza subiendo los muros, poniendo cuchillas… intentando poner puertas al hambre.
La Coordinadora de ONGD ha estado denunciado los progresivos recortes que se han hecho en estos últimos años hasta llegar a un 70% en los presupuestos de 2014, colocando la AOD en niveles de 1990.
En una de las últimas manifestaciones en Madrid, había una pancarta que decía. “No hay pan para tanto chorizo”. Sólo desde ahí se puede entender el titular que daba el diario el País del 9 de octubre del pasado año: “Los millonarios en España crecen un 13% hasta superar los 400.000 en plena crisis”.
Señores del Gobierno: menos “golpes de pecho” y más justicia social.
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