Dios y la juventud en las plazas del mundo

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Foto: Comisión de espiritualidad del 15-M.Uno de los hechos importantes que está ocurriendo cada vez más en el mundo es la movilización de millares de jóvenes acampando en las plazas. Se manifiestan contra el rumbo de la política actual y exigen una nueva forma de organizar el mundo. En el Norte de África, grandes manifestaciones, principalmente de jóvenes, iniciaron movimientos civiles que derrocaron dictaduras y amenazan gobiernos. Desde mayo, se han montado campamentos en las plazas de Madrid y Barcelona. Hicieron manifestaciones en Atenas, Roma y otras ciudades europeas. En general, son jóvenes con buen nivel educativo. A través de Internet, crearon redes de relaciones sociales y se empezaron a manifestar. La mayoría de ellos y ellas son víctimas de un trabajo cada vez más degradado, característico del capitalismo actual. No son militantes de partidos políticos o sindicatos. No desprecian la política, pero no creen en las estructuras políticas vigentes. Saben que los partidos políticos envejecieron y que ya no tienen credibilidad. Los gobiernos son rehenes del sector financiero internacional.

En América Latina, hace doce años, la revolución bolivariana en Venezuela fue retomada a través de los votos. También por la consagración de las urnas se inició el proceso ciudadano en el Ecuador, así como la revolución indígena en Bolivia y un camino nuevo en otros países. También en estos países la juventud se une a los movimientos populares y están exigiendo mayor democratización de la democracia, con mecanismos nuevos de participación popular, justicia social y paz.

Un elemento común en estas manifestaciones de la juventud es que todas son laicas. El factor religioso no entra en ellas. Esto es bueno porque da a las manifestaciones un carácter más abierto a la participación de todos y todas, creyentes y no creyentes. En África, hubo quien temió que estas manifestaciones llevasen al poder a grupos islámicos, lo cual finalmente no sucedió. En países europeos, muchos jóvenes que participan de este movimiento altermundialista vienen de comunidades cristianas, pero sin vínculo con las iglesias.
Sabemos que las iglesias tienen como función anunciar el Reino de Dios, plan radical de un mundo nuevo. Aun cuando no agotan todo el sentido del reino divino, las manifestaciones de la juventud en las plazas son señales e instrumentos de este proyecto transformador del mundo. Donde las personas buscan construir un mundo de paz y justicia, el Espíritu Divino está actuando.

Cinco siglos antes de Cristo, cuando el pueblo bíblico fue capturado por los babilonios, condenaron al profeta Ezequiel –por anunciar que había visto la presencia divina (la gloria de Dios)– a dejar el templo en Jerusalén e ir a acampar con los exiliados a las márgenes del río Chebar. Hoy, el profeta llamaría nuestra atención: Dios puede ser encontrado en rostros extraños y en ambientes no religiosos. En determinados momentos, esta presencia divina puede ser más percibida en las plazas del mundo que en visitas pontificias caras y eclesiocéntricas. El Espíritu viene anónimo y desconocido a las calles del mundo, donde la juventud, aunque irreverente y provocativa, profetiza un nuevo mundo posible.

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