
Mucho se ha dicho en las últimas semanas sobre la Eucaristía-concentración que el Cardenal Rouco convocó en Madrid el 28 de diciembre con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia. Muchos fueron los que secundaron esta manifestación pública (y muchos otros los que no…) Mucho se habla en estos tiempos sobre el modelo “cristiano” de familia, sobre la familia “de toda la vida”. Muchos documentos ha publicado el Magisterio de nuestra Iglesia al respecto. Muchas quejas se han dirigido a la sociedad y al Estado aduciendo que pretende derrumbar y deshacer la familia “tradicional”…
No voy a criticar aquí esta iniciativa del Cardenal de Madrid, ni a negarle su valor —que lo tiene— ni a ocultar los problemas y amenazas que se viven hoy en el ámbito familiar. Pero creo que ésa no es toda la realidad, en primer lugar porque nuestra sociedad se parece muy poco a la de los tiempos de esa supuesta “familia tradicional”, y porque la polisemia y ambigüedad (reales, no en la teoría) del término “familia” son evidentes. Y en segundo lugar, y más importante, me gustaría ver un mayor compromiso eclesial en la formación y acompañamiento de las familias. En la misma convocatoria de la Misa por la Familia en Madrid, se ha llegado a afirmar que la familia «ocupa el interés prioritario de la Iglesia». Pero no parece que eso se refleje real y efectivamente en la comunidad eclesial. Por muchos documentos y movilizaciones que se hagan, si no hay una implicación real y efectiva en la formación de las nuevas familias, sigue faltando lo fundamental… Tienen razón quienes afirman que la familia es el futuro de la sociedad, pero ¿se traduce eso en una movilización “silenciosa” y cotidiana de preparación profunda de las parejas al matrimonio? ¿Se manifiesta ese ímpetu en serios procesos de formación de los novios y padres de familia? ¿O se queda sólo en gestos externos, mediáticos, acusadores?
La sociedad ha cambiado, y mucho. Las familias también. No hay camino de regreso, sólo camino hacia el futuro, para apostar por la familia con todos los medios. Seamos críticos y valientes para denunciar aquello que va minando la familia y sus valores y, al mismo tiempo, para construir familias auténticas, sólidamente formadas. Apostemos por la familia sin dudarlo, pero no “frente” a los demás, echando las culpas a los de fuera, no a la “defensiva”, sino construyendo desde dentro la familia que sea mejor reflejo del amor de Dios y que encarne los valores del Reino inaugurado por Jesús.
Os recomiendo vivamente la lectura del estudio “Familias nuevas para un mundo nuevo“ —de Antonio Mª Calero, publicado en la revista Vida Nueva— que puede ayudarnos a reflexionar sobre la situación de la familia y abrirnos perspectivas nuevas desde las que afrontarla con esperanza.
Familias nuevas para tiempos nuevos