Isabel Zendal: una mujer contra el virus de la viruela

En uno de los momentos críticos de la pandemia en España, en diciembre de 2020, en Madrid se inauguró un nuevo hospital público con el nombre de “Enfermera Isabel Zendal”. Envuelto en la polémica desde el principio, se ha hablado más de sus deficiencias y problemas que de la mujer que le ha dado nombre, vinculada a otro virus, el de la viruela, el más mortífero de la historia.

Cuando el COVID ha causado ya casi 6 millones de muertos en dos años, según la OMS y “vacuna” ha sido la palabra del año 2021 para la RAE, es buen momento de ocuparse de esta mujer, Isabel Zendal. Ella combatió eficazmente contra la viruela, enfermedad también global que, gracias a una vacuna, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio por erradicada en 1980.  

La viruela es además el origen del término “vacuna”, que deriva del latín “vaccinus”, “de la vaca” y que adquiere su actual significado cuando el médico inglés Edward Jenner (1749-1823) observa que la mayoría de las mujeres que ordeñaban vacas y se contagiaban de la viruela (cowpox) era de una variante leve y no mortal y quedaban inmunizadas. A raíz de esta observación, Jenner desarrolla en 1796 una primera vacuna mediante la técnica de la variolación, que consiste en la inoculación del líquido de las pústulas de la ubre vacuna infectada. Su primer “paciente” fue un niño de 8 años, James Philips, que mostró síntomas, pero no murió, quedando inmunizado contra la viruela humana. Además, esa técnica podía utilizarse entre seres humanos. 

Real Expedición Filantrópica

En el siglo XVIII y principios del XIX, la viruela hace hacía estragos, sobre todo entre los niños, en Europa y también en sus colonias. La conquista y la colonización la expanden por América junto con otros nuevos virus, como la gripe o el sarampión, que, como señala fray Bartolomé de Las Casas, fueron letales para los indígenas sometidos a duros trabajos y a una alimentación insuficiente.

No exenta de polémica y de detractores, la vacuna de Jenner llegó a España en 1800 y en 1801 se realizan, con éxito, las primeras vacunaciones en Madrid.  Conocedor y defensor del método de Jenner, Francisco Xavier Balmís, médico real y que ya había ejercido como médico en La Habana y Ciudad de México, propone a Carlos IV una expedición de vacunación por todas las posesiones españolas. Y recibe el apoyo real. No en vano, el propio monarca conocía la enfermedad de cerca, ya que había perdido una hija, la infanta María Teresa, con poco más de tres años, y a un hermano, el infante Gabriel.

Balmís suma a la expedición al cirujano militar Josef Salvany y, como portadores, escoge a 22 niños huérfanos. Para la conservación del virus, se descarta llevar vacas infectadas y se opta por un sistema rudimentario, pero eficaz. Primero inocula una dosis del virus a dos niños y, a los 10 diez días, cuando los granos ya estuviesen con pus, se pasaría a otros dos y así sucesivamente.  

Aunque en principio no estaba previsto que embarcase ninguna mujer, Balmís se da cuenta de que es necesario que alguien cuide a los niños durante la Expedición y, al llegar A Coruña, contrata a Isabel Zendal (A Agrela- Santa Mariña de Parada, Coruña, 26 de febrero de 1773), directora de la Casa de Expósitos de A Coruña y conocedora además de la viruela muy de cerca, ya que perdió a su madre en la epidemia de 1786.  Sus funciones en la Expedición se detallan en una Real Orden (14 de octubre de 1803): “Permite S.M. que la Rectora de la Casa de Expósitos de esa ciudad sea comprehendida en la expedición – destinada a propagar en Yndias la inoculación de la vacuna – en clase de Enfermera. Para que cuide durante la navegación de la asistencia y aseo de los Niños que habían de embarcarse y cese la repugnancia que se experimenta en algunos padres de fiar sus hijos al cuidado de aquellos (enfermeros varones), sin el alivio de una mujer de providad”.

Fuente: eulixe.com

Francisco Xavier Balmís la contrata con las mismas condiciones y salario previstas a cualquier varón que realizase un trabajo similar: 3.000 reales en concepto de “ayuda de costa” y el pago en el destino de un sueldo de 500 pesos anuales.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna parte, a bordo de la corbeta “María Pita”, del puerto A Coruña el 30 de noviembre de 1803.  La Gazeta, en una nota fechada en Coruña al día siguiente, da cuenta del inicio de la misión:

Ayer zarpó de este puerto la corbeta María Pita, al mando del Teniente de Fragata de la Real Armada D. Pedro del Barco, llevando a su bordo los individuos de la expedición filantrópica destinada a propagar en América y Filipinas el precioso descubrimiento de la vacuna… Son varios los comisionados, y llevan 21 niños, que siendo sucesivamente inoculados brazo a brazo en el curso de la navegación, conservarán el fluido vacuno fresco y sin alteración”.

La vacuna no era desconocida en los territorios americanos, se la conocía por la prensa y se podía conseguir, aunque de forma limitada, a través de los canales del contrabando con las posesiones británicas. El gran logro de la Expedición Filantrópica no fue tanto llevar la vacuna, como establecer un sistema de juntas, encargadas asegurar y extender la vacunación en sus zonas asignadas. 

Isabel Zendal, acompañada de su hijo, realiza así un largo periplo que la llevará a Canarias (9 diciembre de 1803), Puerto Rico (1 marzo 1804), La Habana, Caracas (20 marzo 1804), México (9 agosto 1804), donde se recogen a 26 niños mexicanos para llevar la vacuna desde Acapulco a Manila, a donde arriban el 15 de abril de 1805. Allí residió con los niños mexicanos en el Hospicio y cuidó de ellos.

En un informe, fechado en Macao el 30 de enero de 1806, Balmís reconoce la contribución de Isabel Zendal: “La miserable Rectora que con excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.

Tras completar la vacunación en Manila, los caminos de Balmís e Isabel se bifurcan. El primero se dirige a Cantón y, desde allí, emprende viaje, rodeando África, hacia Lisboa y Madrid. El suplemento de la Gazeta de Madrid (14 de octubre de 1806) da cuenta de su expedición y también, sin nombrarla, de la labor de Isabel Zendal:

Favoreciendo la divina Providencia los grandes y piadosos designios del Rey, hizo Balmís con toda felicidad aquella navegación en poco más de dos meses, sacando viente y seis niños de Nueva España para vacunarlos sucesivamente como en las anteriores; y por ser párvulos muchos de ellos, fueron a cargo de la Rectora de la Casa de Expósitos de la Coruña, que así en esta, como en las anteriores navegaciones, cuidó de su aseo con el mayor esmero.”

Por su parte, Isabel Zendal y el resto de los expedicionarios regresan a Acapulco, donde desembarcan el 14 de agosto de 1809. Allí les espera, los primeros movimientos en pro de la Independencia. Isabel Zendal y su hijo fijan su residencia en Puebla de los Ángeles, donde fallece en 1811. Hasta su muerte reclamó, sin éxito, una pensión de 3 reales mensuales para su hijo por hacer sido uno de los niños que portó la vacuna.

Pese a estas miserias finales, la labor de Isabel Zendal es recordada y, en 1950, la OMS la reconoció como la primera enfermera en una misión internacional.

Así que, en tiempos de pandemia, quizás conviene no olvidar que los virus han condicionado la vida y la historia de la humanidad y también que, frente a negacionistas, conspiranoicos y ficciones mágicas, la observación y la investigación han hecho posibles antídotos y remedios que han mejorado y prolongado la vida.

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