«Alandar fue un pulmón donde respirar aires de compromiso, esperanza, comunidad y caminos abiertos»

Araceli Calzado y Maitane Campos, dos mujeres que han estado estrechamente vinculadas a Alandar en la génesis de la revista y en su última etapa, repasan cómo la publicación ha sido, a lo largo de cerca de cuarenta años, voz y reflejo de una Iglesia encarnada en las luchas sociales de cada tiempo

Araceli Calzado, una de las primeras suscriptoras de Alandar

Araceli debe gran parte de su ser creyente a las vivencias en torno a la parroquia de la Santísima Trinidad a principios de los años ochenta. El contexto, las comunidades de base de Madrid, una Iglesia militante apoyada por curas obreros que contestaban a una jerarquía que parecía haberse olvidado demasiado pronto del Concilio Vaticano II. Ese fue el caldo de cultivo en el que germinó Alandar.

Según nos cuenta, los sábados por la tarde se reunía un grupo de personas, “variopinto en edad, ideas y experiencias”, para hacer un periódico mural basado en el Evangelio del domingo siguiente. Allí dialogaban e iban resumiendo la esencia de la Palabra para compartirla con una imagen que se colocaba presidiendo el atrio del templo durante toda la semana.

Alandar fue un pulmón donde respirar aires de compromiso, esperanza, comunidad y caminos abiertos.

Luis Narganes e Ignacio Jordán, los dos sacerdotes que les acompañaban, “pastores y amigos a los que tuteábamos como tales desde el respeto, cariño y admiración que ellos transmitían”, fueron sus referentes en aquel tiempo y lugar irrepetibles.

“Uno de esos sábados entró en la sala Ignacio a comentarnos que un grupo de compañeros y amigos, profesionales de la comunicación, creyentes, en su mayoría laicos y laicas, estaban gestando una revista de información social y religiosa, independiente. Nos pedía ideas para el nombre, que aún no estaba decidido”.

Araceli nos describe una atmósfera impregnada del Vaticano II, donde se respiraban “aires de Evangelio hecho vida”. Además de comunidades y catequesis, había grupos de ayuda al parado, al drogadicto, al tercer mundo, a los que vivían en soledad… Se trataba de una realidad social marcada por la droga, el desencanto y una involución que “ahogaba nuestro entorno en aquellos momentos”.

A nivel eclesial, se ponía sobre la mesa el debate sobre las relaciones Iglesia-Estado e irrumpía con fuerza, a pesar de las resistencias de algunos sectores, la Teología de la Liberación. Se cuestionaba la relación de las comunidades de base con la estructura de la Iglesia, aspecto en el que destaca la figura del cardenal Tarancón, quien“se negó a la homologación de las comunidades y prefirió dejarlas a la inspiración del Espíritu”.

En aquel ambiente, “la valentía y el convencimiento de que ese momento histórico no podía ser ajeno a la Iglesia comprometida hizo que Alandar fuera un pulmón donde respirar aires de compromiso, esperanza, comunidad y caminos abiertos”.La revista se dirigía a un público que quería oír otras voces menos conservadoras, más abiertas y cercanas a las realidades, a la alegría compartida de la Buena Noticia del Evangelio: “a hacerlo vida y no normas, mostrando otros caminos y espacio para esas voces disidentes que se sentían huérfanas, sin tener donde expresarse siendo comprendidas”.

Maitane Campos, colaboradora de Alandar como responsable estatal de la JEC

Maitane aterriza en Alandar en 2017, cuando inicia, como responsable estatal de la Juventud Estudiante Católica, su participación en la coordinación de contenidos de Escuela y Utopía, una sección que ha trasladado a la revista las inquietudes, luchas y preocupaciones de la juventud creyente de hoy.

Haciendo balance de los últimos años, afirma que la participación en esta publicación ha brindado a quienes forman parte de la JEC, especialmente a las más jóvenes, la oportunidad de acceder a un medio de comunicación donde se pueden expresar libremente y su opinión es tenida en cuenta sin los paternalismos a los que está acostumbrada la juventud.

Se lamenta, sin embargo, de que el panorama eclesial ha cambiado a peor respecto a la época descrita por Araceli:

Ojalá todo el mundo entendiese la militancia cristiana como Alandar y las personas que la forman la entienden

“Ya no existen esas comunidades de base y esos curas obreros que realmente transformaban sus realidades cercanas. Por desgracia, no es la forma de estar que ha triunfado, pero es la manera de entender y de hacer sobre la que yo quiero construir mi ser cristiana y mi ser militante. Ojalá todo el mundo entendiese esto como Alandar y las personas que la forman lo entienden”.

A pesar de ello, la respuesta de la juventud creyente ha seguido estando, si bien han cambiado las formas: “nos hemos adaptado como hemos sabido a una sociedad, una universidad, unos barrios… cada vez más secularizados”.

Maitane se define como militante ecofeminista y anticapitalista desde su ser cristiana. “Que las dos primeras vayan de la mano cae por su propio peso”, dice ella, pero la relación con la tercera llama la atención, especialmente en ambientes organizados ajenos a la Iglesia y más, desde su experiencia, en el movimiento feminista.

Natural de Santurtzi, Maitane debe a la JEC, en gran parte, la identidad de fe que le ha llevado a colaborar con Alandar. En sus propias palabras, “La JEC es también la culpable de que una graduada en Química se especialice en Cooperación Internacional, Educación Emancipadora y Estudios Feministas”.

Por su responsabilidad al frente de esta organización, ha estado colaborando en plataformas como Iglesia por el Trabajo Decente, Revuelta de mujeres en la Iglesia y diversas coordinaciones sobre ecología integral, en boga desde la publicación de la encíclica Laudato Si. Estos frentes, que han tenido eco en las páginas de nuestra revista, ilustran una Iglesia emparentada con las luchas sociales de este momento histórico.

Los proyectos se construyen y se llenan de sentido cuando somos capaces de dejar las siglas a un lado en pro de lo común.

“De todas estas experiencias me quedo con la capacidad de dejar las siglas a un lado en pro de un proyecto común. Creo que como realmente se construye, como todos los proyectos se llenan de sentido es así, cosa que en agrupaciones civiles o ajenas a la Iglesia y centradas en las mismas temáticas o con los mismos intereses es muy difícil”.

Igual que en el caso de Maitane, los movimientos especializados de la Acción Católica desempeñaron un papel muy importante en la formación y el proceso creyente de Araceli. La militancia en aquella época también nacía de la ilusión por transformar el mundo abriendo caminos.

“La JIC (Juventud Independiente Católica), allá por los años sesenta, fue para mí como asomar por una puerta entreabierta y respirar aires nuevos que mi espíritu cristiano, inquieto, echaba de menos. Formábamos parte de unos grupos cristianos algo rebeldes ante la injusticia y las normas estáticas de la Iglesia que, a nuestra joven edad, no entendíamos”.

Ella misma creó pequeños grupos de JOC, que se reunían en el patio de su casa, con chicas que se movían en ese ambiente, intentando vivir con ellas el Evangelio desde su realidad. Describe cómo la lectura del Evangelio(“serena, sin prisas, dejándome empapar”) junto con la revisión de vida (ver-juzgar-actuar) cambiaron su vida.

La dimensión familiar estuvo presente en todo este clima de transformación y compromiso. Araceli recuerda con nostalgia que su círculo creyente llegó hasta a celebrar misas en secreto en su propia casa:

“Esto era clandestino; no se podía hacer debido al Estado de Excepción de 1969, que declaraba ilegales las reuniones de más de cinco personas, pero echábamos de menos una Eucaristía donde celebrar y compartir cuanto éramos y sentíamos. El salón de nuestro piso era amplio, y la mesa y la voluntad también lo eran. Fueron eucaristías vivas, a veces interrumpidas por el llanto de mi primer hijo, que tenía que mantener en mi regazo. Fue una experiencia preciosa”.

Al mirar la realidad actual, Araceli constata que los grandes problemas sociales siguen siendo, en esencia, los mismos:

Igual que cuando nació Alandar, hoy los grandes problemas sociales son el paro juvenil, las crisis económicas, el cambio climático, la inmigración, el papel de la mujer en la Iglesia, el hambre en el mundo, las desigualdades e injusticias sociales, la violencia de género, el medio ambiente…

“No percibo mucha transformación. Persisten el paro juvenil, las crisis económicas, el cambio climático, la inmigración, el papel de la mujer en la Iglesia, el hambre en el mundo, las desigualdades e injusticias sociales, la violencia de género, el medio ambiente…”

Ante esto, y coincidiendo con el diagnóstico de Maitane, se muestra escéptica con respecto a que la sociedad y la Iglesia estén hoy dando una verdadera respuesta a estos desafíos: “Percibo una involución con la que no me identifico, pero respeto desde mi postura distinta y esperanzadora”.

El reto que sí ha irrumpido con fuerza y novedad en este escenario, y que ambas subrayan, son los medios digitales. Acercarse a un público juvenil sobresaturado de propuestas a través de las redes sociales será uno de los desafíos cruciales que tendrá que encarar Alandar en su nueva etapa.

“Es el gran reto que tenemos todas las plataformas, asociaciones, movimientos. Lo que yo haría es fijarme mucho en cómo se mueve la gente joven en redes sociales y replicar estos comportamientos en las redes de la revista, hablar en el mismo idioma”, nos dice Maitane, al tiempo que nos alerta de que no debemos perder nuestro espíritu:

Alandar tiene que cuidar ser hogar, lugar de acogida. Dar voz y poner rostro a quien no lo tiene en otros canales más habituales

“Alandar tiene que cuidar ser hogar, lugar de acogida. Es importante que se dé voz y se ponga rostro a quien no lo tiene en otros canales más habituales”.

Araceli anima a la revista a que, en su apuesta total por el formato digital, “siga siendo esa voz clara, valiente y comprometida con el Evangelio y la sociedad”. Desea que “la pereza -en algunos- con lo digital y las redes sociales sea vencida por el deseo de respirar una Iglesia diáfana, comprometida y portadora de esperanza, que trabaja por la justicia, la hermandad y un mundo mejor, más justo y solidario”. Llama a hacerse presente y ser portavoz y mensajera de tantas voces enmudecidas. “Alandar será aire renovador, evangélico y gratificante en las redes sociales”. Un aire que, esperamos, se siga insuflando en los pulmones de una sociedad y de una Iglesia necesitada de voces radicales, libres, comprometidas y proféticas.

Álvaro Mota Medina
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