
¿Y tú qué eres?
¿Patriota o globalista?
mi memoria son tus ojos
y tus ojos son mi paz
mi paz es la de los otros
y no sé si la querrán
esos otros y nosotros
y los otros muchos más
todos somos una patria
patria es humanidad
Mario Benedetti
Escribo esta escalera muy de mañana un día en el que debería estar de huelga por la emergencia climática y sin embargo ha sonado el despertador como cualquier otro día y he venido a mi despacho de la Universidad a trabajar. No porque no me crea, simpatice y me sienta comprometido como el que más con la lucha por un planeta más verde, limpio y amable, pero las circunstancias familiares y laborales lo han determinado así. Esta tarde tampoco podré ir a la manifestación de mi ciudad por tener otros compromisos difíciles de aplazar. Y me siento de alguna manera traidor a mi patria que es humanidad. Escribo esta columna dos días después de haber celebrado el cuarto aniversario de la firma de la Agenda 2030 que a través de sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible nos insta a conseguir unas metas globales, comunes y planetarias para un futuro que, de otra manera, no será. Los así llamados ODS no son amables, ni simpáticos, ni buenistas, ni blandos: son una gran llamada de atención desesperada a trabajar por y para un futuro global.
Escribo esta columna apenas 48 horas después de que un señor de color zanahoria con tupé que se cree el dueño de su país y por extensión del mundo haya dicho delante de la Asamblea General de un organismo del que reniega, se ríe, desprecia y despotrica que “el futuro pertenece a los patriotas, no a los globalistas”. ¡Mal futuro nos espera, si es que alguno habrá si seguimos su consejo! No, señor Trump, no. El futuro es de los globalistas, de los que creemos en una tierra global, en la humanidad como un todo diverso y divertido, en una Casa Común –en palabras de Francisco- que debemos cuidar, mimar, abrazar y sanar. Porque si no fuera así, si nos quedamos mirándonos el ombligo patriota de la porción de tierra más cercana que alguien algún día decidió limitar con unas fronteras, no habrá futuro. Si seguimos sus consejos de considerar la tierra nuestra propiedad privada, susceptible de explotación hasta la extenuación, en vez de considerarla un don, un préstamo que debemos cuidar hasta que se la transfiramos a las generaciones que nos sucedan, no habrá herencia que dejar ni planeta que transferir: lo habremos arrasado. Nos lo dijo, un día antes, en ese mismo edificio, una adolescente anegada en lágrimas. “Han robado mis sueños y mi niñez con sus palabras huecas». Por cierto, señor Trump, que alguno de sus amigotes de la prensa no ha perdido ni un segundo en criticar, en mofarse de las lágrimas de esa joven sueca que nos interpela y, en vez de bajar la cabeza avergonzados, no hacen más que preguntarse qué sueños, qué parte de su niñez ha perdido esta niñata con el calentamiento de la Tierra.
No soy patriota, no. Soy globalista y a mucha honra. Soy una ínfima pero orgullosa porción de esa patria que es humanidad. Y el futuro me pertenece en tanto en cuanto es un bien común que debo legar a mis hijos y a mis nietos/as si los tengo. Y por eso me siento responsable y trabajaré para dejar este mundo un poco mejor de cómo estaba cuando entré, hace ya 50 años, en él.