Objetivo 1: erradicar la pobreza extrema y el hambre

Como ya declaré en mis (des)propósitos para el 2010, este año pienso dedicar este espacio a cada uno de los Objetivos del Milenio 2015, a razón de uno por mes. Obviamente, lo que no sorprenderá a quien sea un lector y seguidor fiel de esta columna, el planteamiento no pretende ser grandioso ni basado en lo que los poderosos –gobiernos, empresas, instituciones…- pueden y deben hacer para conseguir que en 2015 esos objetivos se hayan cumplido. Para eso ya hay asesores, estudios e informes, cumbres y demás. No, mi idea es reflexionar con vosotros y vosotras sobre mi realidad de padre/madre, persona trabajadora -o en el paro-, consumidor, ahorrador, votante, amante, espectador, lector…. ¿en qué y cómo puedo contribuir hoy a estos objetivos?

Desde hace ya varios años uno viene madurando la idea de que no es sino con nuestros actos cotidianos de consumo, de trabajo, de ocio, de ahorro, como podremos cambiar y transformar el mundo. Cambia tu vida para cambiar el mundo, decía el slogan de Manos Unidas hace unos años. La revolución, la transformación, hay que hacerla todos los días y no puede dejarse para este cometido el espacio de un par de horas el jueves por la tarde o dejarlo en manos de los que mandan y se reúnen. Sólo desde nuestro compromiso político, social y económico, el de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas del mundo podremos transformar el mundo en un sitio más justo y más agradable para vivir y conseguir así que los objetivos del milenio sean una realidad para el 2015.

El primer Objetivo es pretencioso pero no por ello menos acuciante y trascendente. En el mundo, una sexta parte de la población pasa hambre y otro tercio aproximadamente vive con menos de un dólar al día. Es una realidad grave, urgente y que toca en lo más profundo nuestra propia concepcion como seres humanos. Es una necesidad tan básica que sin comer (ni beber) no se puede siquiera ser. La solución a este asunto es fundamentalmente de naturaleza política, de voluntad. Si se quiere se puede. El hambre en el mundo, desde hace ya años, se viene comprobando que es un mero asunto de redistribución de recursos. Unos tenemos mucho porque otros tienen muy poco. Unos comemos tres (o cinco) veces al día porque otros no pueden hacerlo siquiera una vez. Como dijo el malogrado Luis de Sebastián, éste es un planeta de gordos y hambrientos. ¿Por qué medio mundo se muere de hambre y el otro medio padece problemas de sobrepeso? Vivimos en una gran paradoja.

¿Qué hacer, entonces? En primer lugar creo que es necesario cambiar nuestros hábitos de consumo y alimentación, hacia una vida más sobria (título de un libro de Gesualdi, de lectura recomendada), sobriedad entendida como un estilo de vida y también como un planteamiento de lucha, de revolución que demuestre que el principio del crecimiento en el que se basa todo nuestro sistema económico occidental no es a) único y b) válido. Cortar, disminuir, sustituir, repartir, saborear… son los verbos a conjugar en una vida más sobria (y más feliz).

En segundo lugar considero necesario que se oiga nuestra voz de manera clara, concisa y amenazante. Si como he dicho un poco mas arriba la solución es política, hagamos saber a los que deciden por nosotros que ya está bien, que estamos mas que indignados y que estamos dispuestos a retirarles nuestra confianza. No me refiero sólo a votarles o dejar de votarles, sino a buscar un cambio total de paradigma democrático, fundado en un sistema de representación irreal de nuestros intereses. Si no son capaces de gobernar de acuerdo a los intereses de los ciudadanos de a pie, sino que miran más a los que se reúnen en Davos y otros foros de poder económico financiero, habrá que retirar nuestra confianza en el sistema que lo permite y buscar formas colectivas de organizar la vida del planeta que tengan en cuenta a todos sus habitantes. Boicots a empresas, a llamadas a las urnas (voto en blanco), a consumir y ahorrar como ellos nos dicen… En tercer lugar, educar en la solidaridad y el justo reparto de los bienes. Desde chiquititos acostumbrarnos a pensar que “abrirse camino sólo es avaricia, avanzar juntos es política”.

Y además de todo ello, participar, sabiendo que ésa no es la solución pero sí una tirita en la herida, en cuantas operaciones kilo, donativos a ONG, llamamientos a la solidaridad caritativa consideremos convenientes.

ballesteros@cee.upcomillas.es

Carlos Ballesteros
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