50 años (y 3)

El tercer cincuentenario del que quería reflexionar (y con ello cierro la serie iniciada en julio) son los cincuenta años de la Revolución Cubana. La de Fidel, Camilo y el Che y tantos y tantas otras. Y me acerco a ella con respeto, con admiración y con cierta prudencia, a la vez que declaro mi distancia al tema (los otros dos aniversarios aquí contados me tocaban mas de cerca y podía hablar desde mi propia experiencia), compensada un poquito por una corta estancia este verano en esa isla caribeña. Aprovechando una invitación a una boda de cubana y español (decidido a echar raíces en La Habana) he pasado una temporada en Cuba que me ha servido para ver con mis ojos y oler con mi nariz algunos de los colores y aromas criollos. Eso sí, en mi pasaporte no figura mi paso por la isla, no vaya a ser que alguno se entere y no me deje entrar luego en su país. Es práctica prudente y habitual por parte de las autoridades cubanas extender los visados en papel aparte pues si los vecinos del Norte se enteran de que alguien ha visitado Cuba, tiene ya cerradas las puertas de entrada cual si fuera un criminal.

Con respeto: simplificando mucho, podría decirse que la revolución cubana fue en sus orígenes una revolución democrática de un pueblo harto que desaloja del poder a uno de los caciques que Estados Unidos había puesto en los países de lo que consideraba su patio trasero (por no decir su prostíbulo). Estados Unidos no consintió ni consiente tal cosa y pone todo su aparato militar y delictivo al servicio de un sólo objetivo: desestabilizar la nueva democracia, con un intento de invasión (bahía Cochinos), con la financiación de numerosos grupos terroristas para que actúen dentro de la isla, y con un bloqueo brutal e indigno que aún se prolonga a pesar de reiteradas y casi unánimes resoluciones de la ONU e informes tan poco tendenciosos como el último de Amnistía Internacional, que por otra parte siempre ha denunciado la existencia de presos de conciencia en la isla.

Con admiración: a pesar del bloqueo, brutal, ilegal, indigno… que dura casi los 50 años que dura la revolución, Cuba ha conseguido uno de los primeros puestos del Indice de Desarrollo Humano: acceso universal gratuito a sanidad y educación, cuidado exquisito a las futuras madres y a la infancia, no existen casi hambrientos, ni pobres (en la medida comúnmente aceptada de vivir con menos de un dólar al día), ni analfabetos; igualdad de oportunidades… admiración porque una isla aislada de la sociedad de consumo es cierto que no hay los avances que tú y yo podemos tener, pero he visto más diferencias de esas que indignan y cabrean, entre gente que tiene y que no, en México, en Chile, en España, que en La Habana o en Cienfuegos. Admiración porque se ve a la gente contenta por la tarde en el Malecón, bailando, disfrutando del verano, del ron y el maní o paseando con su familia.

Con prudencia: no defiendo hasta las últimas consecuencias los logros de la Revolución. Cuba tiene defectos, como cualquier persona, colectivo, sociedad o país. Posiblemente la libertad de expresión no esté garantizada al 100%. ¿Tenemos nosotros garantizado que en nuestro país no hay censura?; posiblemente haya gente perseguida por sus creencias (en el llamado mundo occidental no se mete a gente en la cárcel (creo) por eso, pero a menudo se le hace la vida imposible a quien se sale de la corriente marcada por los grandes grupos económicos y mediáticos, al que se sale de la corriente consumidora). Dicen que en Cuba no hay democracia. ¿Acaso disfrutamos nosotros de ella, más allá de soportar cada cuatro años una sarta de mentiras electorales –llamadas eufemísticamente programa/promesas-comprando nuestro voto? ¿Acaso en EE.UU., en España, puede presentarse, como sí puede hacerse en Cuba, cualquier ciudadano a las elecciones sin tener detrás un aparatoso entramado mediático y económico?

Cincuenta años manteniendo el tipo contra vientos y mareas a mí, al menos, me hacen descubrirme con mucho respeto. Mucha admiración y con algo de prudencia. Y con envidia por sus playas, sus árboles, sus mangos y guayabas, su ron, sus puros y su gente siempre cantando siempre bailando, siempre sonriendo… ¡Patria o Muerte, Venceremos!

ballesteros@cee.upcomillas.es

Autoría

  • Carlos Ballesteros

    Nací en Madrid, cosecha del 69. Fui a la Universidad donde me licencié en eso que llaman la Ciencia de la Casa (Ekos-Nomia) eso sí, rama empresarial. Luego de mi paso por el movimiento asociativo juvenil, colaboré, con otros cuantos, en la fundación del restaurante de comercio justo Subiendo al Sur, fui secretario de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, fundé el Grupo de Apoyo a Proyectos de Economía al Servicio de las Personas, fui patrono de la fundación educativa FUHEM. Mi aventura actual es ayudar a crecer junto a/con Marta dos proyectos: Martín, dos años y siete meses cuando escribo esto y Miguel (9 meses). Pero no nos quedamos sólo en ello. Viajamos por el mundo; hemos creado Amigos de Nyumbani, una ONG de apoyo a un proyecto de niños con VIH en Kenya; participamos en otra ONG de nombre el Casal; vivimos en la sierra de Madrid, en un pequeño pueblo a los pies de La Pedriza en el que tratamos de apoyar y dinamizar su inexistente vida cultural a través de una asociación.

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