Gaza el fracaso de todos

Me pide Charo que escribamos este mes sobre Gaza, y la verdad es que también me lo pide el cuerpo, pero llevo un buen rato dándole vueltas y me cuesta encontrar palabras que no suenen ya manidas, que puedan apenas comenzar a ilustrar la frustración, la impotencia y la rabia que despiertan en la mayoría de nosotros cada una de las imágenes o testimonios que nos llegan desde allí. Aunque, ahora que lo pienso, tal vez el problema esté en que precisamente esas imágenes se están volviendo parte de nuestro escenario cotidiano, perdiendo con ello la capacidad de sorprendernos y generar nuestra reacción. ¿Cómo explicar si no la indiferencia del mundo ante lo que está ocurriendo? Una vez me contó mi madre (maestra recién jubilada) que uno de los efectos de la televisión era que a los niños cada vez les costaba más distinguir realidad y ficción, y veían los telediarios como si de una película se tratara. Creo que ya no sólo los niños sufren (o disfrutan, quién sabe) ese mal, sino que nos ha alcanzado a todos haciendo que cualquier imagen, cualquier noticia, por impactante que sea, nos resulte inexplicablemente indolora. Se habla sin cesar de las responsabilidades de unos y otros, se hacen uno y mil análisis políticos y en medio del tablero de juego se escapan centenares de vidas inocentes sin que parezcamos darnos por enterados.

Sé que es muy obvio (sobre todo para los lectores de Alandar) decir que esta violencia no lleva a ninguna parte y no hace sino agravar el problema. Pero en estos días mi maternidad recién estrenada me hace verlo aún con mayor claridad. Yo que siempre me he considerado una persona pacífica y dialogante, me sorprendo a mí misma ante las imágenes de bebés destrozados por las bombas, afirmando que si a mi hijo le ocurriera algo parecido sería capaz de cualquier cosa. Entendedme bien, no pretendo ni muchísimo menos justificar ningún acto terrorista, pero es evidente que después de estos días no hay menos sino más odio entre unos y otros, la solución no está más sino menos cerca con cada muerto o herido.

Y desde la distancia de mi baja por maternidad (que ya termina), me planteo qué deben hacer las organizaciones humanitarias en una situación como ésta. Se anuncia como la buena noticia un parón diario de tres horas en los enfrentamientos para permitir que ellas hagan su trabajo. Si la situación no fuera tan dramática parecería un mal chiste de los de Gila. Pero es muy real; si fueras el responsable de la acción humanitaria de Cruz Roja, Médicos sin Fronteras u Oxfam Internacional, ¿qué harías? Por un lado, tu obligación de proporcionar alivio inmediato a los que sufren es clara, y si en esas tres horas puedes salvar alguna vida debes hacerlo sin dudar. Pero si miras con un poco de perspectiva, te das cuenta de que en realidad eres una ficha más en esa partida, una coartada para dulcificar la imagen de la guerra, una tirita que en el fondo puede tener un efecto contradictorio al mantener un poco más de tiempo una situación insostenible.

“¿Qué creen que podemos hacer en tres horas? ¿Enterrar a nuestros muertos?”, escribe en un blog una de las personas atrapadas en Gaza, que cuenta cómo conseguir un poco de pan supone al menos seis horas de cola interminable. De hecho, ni siquiera esta mini-tregua se respeta, ni la bandera de la ONU, ni los colegios… En cada crisis que se produce parece que se alcanza un techo a la sinrazón, pero la siguiente siempre nos demuestra cómo el ser humano es capaz de superar sus propios límites. Una vez más, esta guerra está teniendo una “víctima colateral”, que ya estaba seriamente dañada pero ahora puede recibir una estocada letal: la credibilidad de la comunidad internacional, que sigue dando muestras de su incoherencia y su extrema incapacidad de reacción. Cuando este artículo vea la luz, Estados Unidos tendrá un nuevo presidente, en el que tantas expectativas se han puesto. ¿Se atreverá a marcar un rumbo diferente en la política americana hacia Oriente Medio? La Unión Europea no parece capaz por sí sola de cambiar el panorama, así que crucemos los dedos para que así sea.

Autoría

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