Ahora que el dictador acaba de ser sacado del Valle de los Caídos, se da por saldada una cuenta pendiente de la Transición y la democracia española. Sin embargo, no es la única. Además de los que quedan en cunetas, descampados y en la entraña de Cuelgamuros, hay otros olvidados: los saharauis.
El que fuera Sáhara español, la provincia 53, el Sáhara Occidental, sigue siendo una descolonización pendiente.
El 6 de noviembre de 1975, mientras Franco agoniza, más de 350.000 marroquíes convocados por su rey, Hassán II, a la “Marcha Verde”, cruzan la frontera del Sáhara español, enarbolando banderas, el retrato de su rey y el Corán. Una semana después, el 14 de noviembre, Marruecos, Mauritania y España firman el llamado Acuerdo de Madrid, el Acuerdo Tripartito, que, pese a la preceptivo, nunca se publica en el Boletín Oficial del Estado. El 20 de noviembre, el BOE publica la Ley 40/1975, del 19 de noviembre, de Descolonización del Sáhara. Pero, pese a los titulares dedicados a la Marcha Verde, no es noticia. Franco ha muerto.

Casi tres meses después, el 26 de febrero de 1976, el gobierno español comunica a la ONU que da por terminada su presencia en el territorio. Horas después, en la media noche, según comienza el día 27, el Frente Polisario proclama la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en Bir Lahlu, un pequeño lugar en el Sáhara cercano a la frontera con Argelia.
Un día después, el 28 de febrero, en medio del “irifi”, el viento ardiente cargado de arena, en El Aaiún, en la sede el Gobierno General, se arría la bandera española y se iza la marroquí.
En su última comunicación antes de abandonar el territorio, España informa a la ONU de que “la descolonización del Sáhara Occidental culminará cuando la opinión de la población se haya expresado válidamente”.
Sin paz ni guerra, los saharauis luchan contra el olvido internacional y, en partircular, el nuestro.
Pero ya se ha iniciado una guerra, entre Marruecos y el Polisario, que durará 15 años hasta que, en 1991, tras largas negociaciones, las partes aceptan un plan para celebrar un referéndum de autodeterminación bajo la supervisión de la ONU. La MINURSO, la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental, se despliega en el territorio y el 6 de septiembre entra en vigor el alto el fuego.
Hoy, veintiocho años después, el conflicto sigue abierto. El referéndum no se ha celebrado. Sin paz ni guerra, los saharauis luchan contra el olvido internacional y, en particular, el nuestro.

El Sáhara Occidental es el mayor territorio de los que figuran en la ONU como no autónomo y pendiente de descolonizar. Es la última colonia de África. También es uno de los conflictos más largos que se examinan en Naciones Unidas. Año tras año se debate el tema, se aprueban resoluciones, se prolonga el mandato de la MINURSO, a la cual, pese a las numerosas violaciones de derechos humanos, nunca se la ha facultado expresamente para supervisar el respeto a dichos derechos, uno de los pilares de Naciones Unidas.
Dos muros pesan sobre el Sáhara Occidental y los saharauis. Uno de ellos, puede verse en muchos mapas e imágenes satelitales. Es un muro armado, construido por Marruecos en la década de 1980, y que, a lo largo de 2.700 kilómetros, divide el territorio de norte a sur. Pese a su simple apariencia, está fuertemente armado y vigilado por las tropas marroquíes y, en su lado oriental, está sembrado de minas. Con alrededor de 9 millones de artefactos, es el mayor campo minado del mundo.
El otro muro es invisible, pero podría decirse que más letal. Es el silencio. Rara vez los saharauis ocupan ya titulares en los medios. Podría alegarse que este es un conflicto muy largo, sin visos de pronta solución y que, por tanto, genera cansancio en los medios. Pero, sobre todo, es un conflicto muy incómodo, que crea problemas con Marruecos. La marroquinidad del Sáhara es, junto con el Islam y el Trono, uno de los pilares intocables del reino alauí.

El conflicto del Sáhara Occidental ha atraído la atención de la prensa, en particular de la española, en cuatro ocasiones: la Marcha Verde (noviembre de 1975), los primeros años de guerra, el alto el fuego (6 de septiembre de 1991) y Gdeim Izik, el Campamento Dignidad, levantado a las afueras de El Aaiún en otoño de 2010. Entre medio, apenas un puñado de noticias y referencias.
Contra viento y marea, el pueblo saharaui resiste. Jóvenes periodistas saharauis han quebrado el muro del silencio.
Gdeim Izik, la protesta pacífica de los saharauis, desató la represión, pero también ha marcado un hito. Aquella protesta abrió una grieta en este muro de silencio. Nació un nuevo periodismo saharaui, cuyas herramientas son las redes y las nuevas tecnologías. Así, denuncian la situación que sufren los saharauis. No son activistas. Jóvenes como los que integran el grupo ‘Equipe Media’, hacen periodismo y, con buen oficio, se empeñan en hacernos conocer la realidad de su tierra. Por ello, son acosados, detenidos, juzgados, condenados y, en cualquier caso, reciben peor trato que un periodista u observador extranjero. Y pese a todo, han logrado abrir una ventana para que veamos lo que hay al otro lado del muro. Han quebrado el silencio.
La guerra, la represión, exilios. Minoría reprimida y desbordada por la migración marroquí en su territorio. Familias dividas, unos en la zona ocupada, otros en los campamentos de Tinduf –donde viven 173.000 saharauis, según la ONU-, otros en la migración laboral en busca de nuevos horizontes.
Contra viento y marea, el pueblo saharaui resiste. Su mayor desafío, nuestro silencio.