Inversiones y conversiones

No es habitual que uno vaya a comprar algo para cocinar y se vuelva para casa con una enseñanza debajo del brazo. Decía el carnicero del mercado al que suelo ir a comprar que uno tiene que invertir en uno mismo.

Corren tiempos de desajustes sociales, laborales… y económicos. Los bancos nos ofrecen continuamente propuestas para invertir pequeños, medianos o grandes capitales. Como las brujas, madrastras y demás personajes despreciables de los cuentos, nos tientan de mil maneras con suculentos regalos y premios. Si depositamos nuestro dinero y, en ocasiones, nuestra confianza, estamos dejando que con su magia lo conviertan en no sabemos exactamente qué. Lo cierto es que, a primera vista, resulta atractivo. Si el truco no sale bien, ellos no son los que salen malparados, sino que ya sabemos quién se va con las dolencias a casa.

Volvamos al carnicero de mi barrio, que me inspira más confianza. Éste recomienda comer sano, elegir aquellas carnes que no tienen hormonas y demás sustancias raras que hacen que los animales crezcan muy deprisa y con alguna malformación. Me decía: “Mira, hay gente que a los 40 años padece cáncer de colon por alimentarse a base de comida basura”. De poco sirve invertir en bolsa y ganar mucho dinero si uno no tiene salud. Algo que oímos habitualmente pero que conviene que nos lo recuerden con cierta frecuencia.

Vamos a empezar por algo fundamental y muy propio para el tiempo de cuaresma. Necesitamos convertirnos e invertir en nosotros mismos. Un cambio de actitudes no nos vendrá nada mal. Transformar la negatividad en positividad hará que saboreemos la vida de otra manera. Trasmitiremos a los demás la riqueza de ver el lado bueno de las cosas y no les amargaremos mostrándoles sólo la cara más triste de la realidad.

ayuno-basura-carne-perfumeUno, una debe quererse. Ya lo dice el refranero popular: “El amor bien entendido empieza por uno mismo”. Si no tenemos un buen concepto de nosotros mismos, seremos incapaces de tener una buena relación con los demás. Quien se desprecia, por falta de autoestima, además de hacerse daño, hará daño a los otros. Verá en los hombres y mujeres personas que están por encima de él, en lugar de verles como iguales y como hermanos. Ojito con aquella concepción cristiana trasnochada de humillarse hasta el punto del desprecio. Dios nos quiere con la cabeza alta y bien peinados. Eso es señal de que uno se aprecia y se valora. Lo de perfumarse es opcional, pero no será por que no aparece en el Evangelio. “Tú, cuando ayunes, (dígase), intentes cambiar tu vida, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que nadie note tu ayuno, excepto tu Padre, que está en lo escondido. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.

No sé si al carnicero del mercado le propondré para ministro, banquero o solicitaré que le busquen alguna peana que haya quedado vacía, pero lo cierto es que, a partir de ahora, tendré más en cuenta sus consejos; no solo cuando me avise de las subidas y bajadas de la carne de pollo o de ternera. Seguro que los beneficios repercutirán en mí y en los demás y, por supuesto, en la bolsa de la vida.

jukaprieto@hotmail.com

Juan Carlos Prieto
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