La economía creativa es uno de los sectores de la economía que presenta mayor rapidez de expansión, comprendiendo áreas como el diseño, la música, la literatura, las artes visuales, artes escénicas, cine, fotografía, librerías, museos, galerías, entre otros. El término se volvió popular en 2001, cuando el escritor John Howkins aplicó el concepto a 15 industrias relacionadas con la creatividad cultural y la innovación, que serían las «industrias culturales y creativas”. En aquella época, Howkins estimaba que en el año 2000 la economía creativa ya tenía un valor de 2.200 millones de dólares (unos 1.900 millones de euros), con un crecimiento del 5% anual.
Para mapear este sector innovador, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en colaboración con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lanzó recientemente el informe Economía Creativa 2013. La 1ª edición mundial en español fue presentada en la ceremonia del Acuerdo de Cooperación Educacional, Cultural y Científica entre el Gobierno de México y la Unesco, realizada en el Abierto Mexicano de Diseño, en noviembre último, en la ciudad de México.
El documento incluye estudios de caso, análisis estadísticos de diversos países e indicadores sobre el valor de la creatividad y de la cultura, considerados motores del desarrollo sustentable. Para el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, «demasiados programas de desarrollo bienintencionados han fallado por no tener en cuenta el contexto cultural… el desarrollo no siempre se ha centrado suficientemente en las personas. Para movilizar a la gente, debemos entender y aceptar su cultura. Esto significa promover el diálogo, escuchar las voces individuales y garantizar que la cultura y los derechos humanos conformen el nuevo rumbo del desarrollo sustentable”.
La aplicación del término «industrias culturales y creativas” puede variar de acuerdo con el contexto. Existen muchos modelos y clasificaciones. La economía creativa va más allá de productos, servicios y tecnologías, incluyendo también procesos, modelos de negocios y modelos de gestión. Un reciente modelo propuesto por la Fundación del Trabajo en el Reino Unido representa esas industrias a través de círculos concéntricos, estableciendo una distinción entre las industrias culturales y creativas, situando a ambas dentro de la economía como un todo.
Pluralidad de propuestas en América Latina
De acuerdo con el informe, en América Latina y el Caribe el panorama está muy diversificado. Países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Cuba ya tienen un cuadro de economía creativa instaurado, mientras que México, Perú y Uruguay están empezando a reconocer la potencialidad del sector. Por su parte, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Venezuela todavía necesitan dar el puntapié inicial. Las diferencias entre los países están relacionadas con la asociación de la cultura a la calidad de vida y a los derechos sociales, independientemente de los resultados económicos. O sea, en países que priorizan e invierten en la cultura, la economía creativa tiene un ambiente más favorable. Reconocer la cultura como «arte y patrimonio”, implantando políticas para industrias audiovisuales y de diseño, por ejemplo, son medidas adoptadas en naciones más avanzadas en la economía creativa.
En el informe se señala que en Argentina el promedio de crecimiento del sector cultural fue del 7’8% (de 2003 a 2011), con especial destaque hacia la industria de libros, que produjo la cifra record de 31.691 títulos y 118.700.987 ejemplares. Por su parte, Bogotá, capital de Colombia, fue nombrada en 2012 «Ciudad de la Música” por la Red de ciudades Creativas de la Unesco, también por el destaque del país en el sector.
Más que productos y servicios, la economía creativa se preocupa por la experiencia, tanto para quien produce como para quien consume. Lo que difiere en los productos y servicios devenidos de la economía creativa de los demás productos es, justamente, el valor simbólico que cargan. De esta interacción entre cultura y economía surge la expresión «economía cultural”, revelando la perspectiva de que la economía es también una parte de la cultura.
La economía creativa es considerada por la Unesco y el Pnud uno de los medios más transformadores en términos de generación de ingresos, creación de empleo y beneficios de exportación. De acuerdo con el informe, el sector movilizó 624 millones de dólares (unos 540 millones de euros) en 2011, con una tasa anual de crecimiento en torno del 8’8%.
Entre los obstáculos para el crecimiento de la economía creativa se encuentran: la falta de infraestructura y capacitación, falta de protección de la propiedad intelectual, ausencia de soporte estatal, inversión de capital insuficiente e ingreso disponible. La empresa cultural, operando en un sistema mixto entre actividad comercial y actividad sin fines de lucro, necesita encontrar un equilibrio adecuado.
En el informe se proponen diez principales recomendaciones para estimular nuevos canales culturales para el desarrollo. Entre ellas están: invertir en el desarrollo sustentable de las empresas creativas a lo largo de la cadena de valor; posicionar la cultura en los programas de desarrollo económico y social locales, incluso dentro de prioridades competitivas; invertir en el aumento de la capacitación local para potenciar a los creadores y empresarios culturales, los funcionarios de la administración y las empresas del sector privado.
Para la Unesco, es preciso comprender que la economía creativa genera valores más allá de los financieros, como, por ejemplo, el desarrollo sustentable inclusivo y centrado en las personas. La cultura y la creatividad, como ejes centrales del segmento, deben ser percibidas como facilitadoras del proceso de desarrollo económico, social y ambiental. La economía creativa también trae importantes dimensiones de empoderamiento.
- La justicia social pasa por una justicia fiscal - 29 de mayo de 2023
- Gasto militar y belicismo en España - 23 de mayo de 2023
- Mujeres adultas vulneradas en la iglesia - 18 de mayo de 2023