De san José se dice muy poco en el Evangelio. Casi nada, para ser más exactos. Creo recordar que es, precisamente, el evangelista Mateo quien menciona en su relato que, cuando está viviendo la lucha interior de si abandonar o no a María al enterarse de que ésta embarazada “por obra del Espíritu Santo”, dice textualmente que “José, que era un hombre bueno, (algunas traducciones hablan de “justo”) decidió abandonarla en secreto porque no quería denunciarla públicamente” (Mt 1,19).
En nuestro lenguaje vulgar o cotidiano, cuando decimos que una persona es “buena” existe la sensación siempre o casi siempre de que estamos ante alguien que, efectivamente, no solamente no tiene malicia sino que está impregnado de un montón de virtudes. Pero no es menos cierto que, en algunas ocasiones, la impresión va en la dirección de considerar a dicha persona como alguien más bien “poca cosa”, con todo lo que esta expresión significa. ¡Vaya!, dejádmelo decir: una persona cuya bondad está muy próxima a lo que podríamos llamar “ser tonto y quizá no tener muchas luces, que digamos”. Si no recuerdo mal, creo que existe otro pasaje en el Evangelio, el del joven rico que nos presenta el evangelista Marcos (Mc 10, 17b-18): «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna? Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno”.
[quote_right]Decir que José era bueno significa que nos está hablando de un hombre que encarna como nadie el mensaje de las bienaventuranzas.[/quote_right]
Me ha parecido oportuno en estos momentos traer a colación la figura de San José, porque da la sensación de ser alguien que queda al margen, con todo lo que esta expresión significa tantas veces. Sí, era buena persona, decimos en tantos momentos refiriéndonos a fulano o a mengano. Pero ahí nos quedamos, sin saber muy bien cuál es el contenido de la bondad a la cual estamos aludiendo. En cambio, vuelvo a repetirlo, el evangelista Marcos nos recuerda que Jesús le dice al joven que “solamente Dios es bueno”.
[quote_right]La bondad que se le atribuye a José es sinónimo de todo un estilo de vida y una forma de vivir semejantes a los que vivió María.[/quote_right]
Dando vueltas a la cabeza pensaba que, cuando Jesús decía semejantes palabras respecto a Dios, no podía estar refiriéndose a otra cosa que al proyecto que él propuso a sus discípulos y a la gente como ideal de vida y que no es otro que el de las bienaventuranzas. Por tanto, solamente Dios es compasivo, humilde, sencillo, misericordioso, amante de la verdadera pobreza, etc. Es decir, estaba diciendo en cierta manera que únicamente en Él estaba el origen de todas estas virtudes que, por cierto, no creo que nos parezcan poca cosa.
Si el Evangelio dice simplemente que “José era bueno”, creo que es lo suficientemente importante como para que no pensemos que pretende cumplir un puro trámite de mencionarlo y nada más. No debemos perder de vista que nos está hablando de un hombre que encarna como nadie el mensaje de las bienaventuranzas que, como ya he dicho, no se trata de poca cosa. Si exceptuamos el Evangelio de la infancia de Jesús y alguna cosa más que la imaginación popular piadosa ha ido añadiendo a través de los siglos, su persona no vuelve a mencionarse ni a parecer en otros momentos de la vida de Jesús. Pero es que, si lo pensamos bien, tampoco es necesario sacarlo más a colación cuando la bondad que se le atribuye es sinónimo de todo un estilo de vida y una forma de vivir parejos a los que tuvo María. Yo diría que José se esforzó por vivir en la práctica exactamente lo mismo que María proclamó con palabras en el canto del Magnificat. Dos maneras diferentes pero complementarias de expresar su total confianza en el Dios misericordioso.
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