El Centro Arrupe de Valencia acoge desde hace cuatro años a la comunidad rumana ortodoxa cuya parroquia en Valencia solicitó emplear nuestra iglesia para sus celebraciones dominicales, mientras la comunidad católica celebra la eucaristía en una capilla en el mismo Centro Arrupe. De esta forma, se ha ido creando un espacio de encuentro y proximidad entre ambas comunidades cristianas que comparten momentos de oración y de fraternidad.
Esta experiencia ha sido motivo de un trabajo por parte de un miembro de la comunidad católica del Centro Arrupe que quiso explorar lo que está suponiendo esta experiencia que estamos teniendo. Sus propias palabras son la narración de un descubrimiento al acercarse a la comunidad ortodoxa:
“En el ágape posterior a la oración por la unidad de los cristianos tuve ocasión de acercarme al pope Daniel. Le comenté que estaba realizando este trabajo y le solicité una entrevista y me remitió a su esposa, María Simona, para concretar. En ella la disponibilidad fue incondicional, pese a que lleva el cuidado de los muchísimos niños, infraestructura… y se ofreció a que la entrevista con su esposo tuviera lugar en su parroquia, para poder mostrarme su rico iconostasio. También me indicó que muchos de los iconos estaban pintados por su propia hija Teodora, que atiende los domingos el pequeño despacho de objetos religiosos a la entrada de la iglesia en el Centro Arrupe, y el lucernario -doble, uno para orar por los vivos y otro por los difuntos. En la comida que tendremos a final de este curso la comunidad católica y la ortodoxa me gustaría acercarme a Teodora para que me explique el sentido de los iconos y a María para que me explique cómo organizan la transmisión de fe a los niños.[quote_right]Se ha ido creando un espacio de encuentro y proximidad entre ambas comunidades cristianas que comparten momentos de oración y de fraternidad[/quote_right]
Por fin tuve un encuentro de una hora con pope Daniel. Me mostró su parroquia y nos sentamos en un pequeño espacio cerrado junto al altar, que hace de humildísimo despacho. Le comenté algo de los objetivos del trabajo para situarle y le expuse las cuestiones que quería que comentáramos: la experiencia de la vivencia de su fe en España, integración en el barrio, los motivos de su acercamiento al Centro Arrupe; problemas de convivencia, posibilidades de encuentro; la situación del ecumenismo, la lectura por parte de los ortodoxos de los gestos del papa Francisco, mapa de posibilidades y dificultades; el impacto que ha tenido en su comunidad celebrar en un templo católico con una comunidad en ella… y posibilidades de un mayor encuentro entre las dos comunidades de cara al futuro. Tras un interminable silencio comenzó a hablar, midiendo y sopesando mucho al principio, más distendido y abierto a medida que la conversación avanzaba.
Comenzó exponiendo cómo llegaron al Centro Arrupe. Me comentó también las vicisitudes económicas que tienen que afrontar para poder asumir los gastos, pues muchos hermanos rumanos han tenido que volver a causa de la crisis y cada vez son menos. Expuso las dificultades de adaptación cultural, lingüística, laboral que, como emigrante, tiene que afrontar cada ortodoxo. Se extendió sobre todo, a una pregunta mía, en las dificultades que les plantea el sistema educativo español, que él considera demasiado laxo y permisivo, poco exigente y falto de valores expresos y cómo luchaban para que la escuela y el entorno no diluyan la antropología y la pedagogía propia de sus valores ortodoxos y sus tradiciones rumanas, que intentan mantener en lo posible.
Aquí pudimos compartir los dos algunas dificultades comunes, como padres católicos y ortodoxos, pues vimos cómo los valores cristianos luchan a contracorriente. Cuestiones de autoridad, normas, decoro, educación afectivo-sexual, tiempo libre, educación en virtudes… ocuparon casi la mitad de nuestra conversación. Advertí que ellos tienen una visión de la autoridad similar a la de nuestros padres, pero están teniendo los mismos problemas de transmisión de certezas que los católicos que estamos educando hoy. El criterio de caminar hacia lo esencial creo que encuentra un cauce en la oración conjunta, ciertamente, pero también en el diálogo como padres de familia, núcleo común de nuestra vocación laical.[quote_left]Ellos celebran conjuntamente el bautismo, la eucaristía y la confirmación, aduciendo que en origen era así [/quote_left]
Posteriormente abordó la cuestión del diálogo ecuménico. Ante mi optimismo por los gestos entre el papa Francisco y el patriarca Bartolomeo, especialmente tras la declaración conjunta que hicieron tan prometedora, pope Daniel se mostró más escéptico pues, dada la estructura sinodal de los patriarcados, Bartolomeo solo representa a su patriarcado. Me contó la radicalidad antiecuménica del patriarcado del Monte Athos, explicándome los agravios por el expolio y ataques de los católicos en otros tiempos y las dificultades con el patriarcado de Moscú, sobre todo con la instrumentalización religiosa que se está haciendo del conflicto de Ucrania. Él mismo ha vivido entre algunos de su comunidad esa actitud intransigente ante todo acercamiento a los católicos.
Siguiendo los criterios que animan al conocimiento de las diferencias y valoración de la riqueza de su liturgia, le pedí que me explicara cuestiones que me han llamado la atención cuando asisto a sus celebraciones. Así, me explicó los motivos por los que ellos celebran conjuntamente el bautismo, la eucaristía y la confirmación, aduciendo que en origen era así y dando razones teológicas. También me habló del sentido de celebrar con pan ázimo, pues Cristo celebró en la pascua judía y, por tanto, con ese pan. Me habló brevemente de la solemnidad de su canto, la duración de las celebraciones, el valor importantísimo de la confesión, algunas diferencias en nuestros calendarios. Otra riqueza es la profunda devoción mariana que percibí cuando me explicaba los iconos, así como el modo en que se apoyaba en los Santos Padres al explicarme cualquier aspecto doctrinal, ritual, pastoral…
Al final de la conversación le invité a sugerir pasos de futuro, como el formarnos juntos en algún aspecto de los muchos comunes, pues nuestra jerarquía de verdades es la misma e informarnos de nuestras distintas maneras de celebrar o vivir la fe. También le sugerí compartir temas acerca de la educación de los hijos y la posibilidad de hacer un equipo mixto para elaborar un sencillo calendario, que pudiera añadir alguna actividad conjunta a las dos comidas que compartimos ambas comunidades a lo largo del curso y a nuestra oración anual. Nos despedimos hasta la comida de final de curso. Yo me despedí de él hasta mi oración junto a ellos cada domingo”.