Ramadán, tiempo de recogimiento y purificación

Desde la salida del sol del pasado 13 de abril hasta el anochecer del próximo 12 de mayo, la comunidad musulmana celebra el Ramadán. La ignorancia lo reduce a menudo a un periodo de ayuno y abstinencia, pero, como explica Natalia Andújar -una activista feminista que abrazó el Islam hace algunos años y que actualmente trabaja como profesora de enseñanza secundaria en Francia- es un tiempo de recogimiento y purificación espiritual que recuerda la primera revelación del Corán a Muhammad.

El primer día de Ramadán, una vecina llamó a la puerta de mi casa. Venía a dejar una barra de pan que había preparado ella misma. Nos explicó que cada año repartía un poco de comida a todos los vecinos del barrio. Ni que decir tiene que en el primer iftar (ruptura del ayuno) acompañamos los dátiles y la leche con un trozo de ese pan lleno de bendiciones. En el momento del iftar, todas las casas huelen a comida buena, la que se comparte después de un día de hambre y recogimiento

Un hombre reza en una mezquita. Foto: Pixabay

Durante el mes de Ramadán, la privación de comida y de bebida, así como de relaciones sexuales durante las horas de luz, se convierte en disfrute, ya que oímos, vemos, olemos, sentimos y saboreamos nuestra existencia de una forma mucho más profunda. El ayuno es un acto de adoración que tiene como objetivo ser conscientes de la presencia de Allah. Ayunamos de los malos pensamientos, de la maledicencia, de las dependencias, de lo que nos daña y de lo que perjudica a los demás. 

Ramadán es un mes de dikr, de recuerdo. Es el mes de la Revelación y de la rebelión, de la yihad mayor, del esfuerzo interior que nos permite ascender un poco más hacia la morada de la no morada, donde nuestra fitra (naturaleza primordial) retorna a su pureza original. Es un tiempo de pausa y de renovación, de respiración, silencio, vaciamiento. Tiempo de tawakul (entrega desinteresada) y de purificación, en el que debemos exiliarnos de nosotros mismos para poder encontrarnos.

Ramadán es un mes cargado de baraka (bendiciones) para todos. Cerramos un ciclo para empezar otro nuevo. Reconocemos nuestros errores y prometemos intentar ser mejores. Competimos con nosotros mismos, con nuestras buenas acciones, para estar preparados el día que atravesemos el umbral. 

Mientras escribo estas líneas, un vecino hace el adhan (la llamada a la oración): ¡Allahu akbar, allahu akbar!… (Dios es el más grande). Miro por la ventana. Este año, debido al toque de queda, los vecinos no van a la mezquita. …¡Hayya alas salat!… (acudid a la oración). Normalmente, quienes pueden acuden a la llamada para hacer la salat (rezar) en comunidad. 

Un creyente lee versículos del Corán

Las visitas a la mezquita se intensifican en el último tercio del mes, que es cuando tiene lugar Laylatul qadr (la noche del Destino), en la que realizamos salawat (rezos), leemos el Corán y hacemos dikr (el recuerdo). El nombre hace alusión al destino que le aguarda a cada ser humano para el año siguiente. Laylatul qadr es la noche en la que descendió el Corán, la noche que vale más que mil meses… la ilaha ila Allah (no hay más realidad que la Realidad). Mi vecino acaba de terminar el adhan.

Aún quedan unos días para el final de Ramadán. Como cada año, celebraremos con los vecinos, familia y amigos un día de encuentro y alegría, en el que nos pediremos perdón. Los niños y las niñas lucirán entusiasmados sus mejores galas: grands bubus, chilabas y ropa nueva, y recibirán regalos. Nos felicitaremos con un “¡Eid Mubarak!” (feliz fiesta) y pediremos a Allah que nos permita volver a celebrar otro año más el Ramadán, insha Allah.

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