Nunca antes había faltado a mi compromiso de escribir una columna mensual para «Mi mecedora violeta» en Alandar. Ahora llevo más de dos meses que me siento delante del ordenador, empiezo a escribir y termino tirando a la papelera lo que he escrito.
Lo confieso: la realidad que estamos viviendo me desborda, me tiene inmovilizada. Y no hablo sólo de las guerras: la de Ucrania, Israel, el golpe en Níger, el conflicto en el Sahel, del que tan poco se habla en los medios; toda la crisis migratoria, cientos de miles de seres humanos, cada día más, que huyen de sus países en busca de un lugar donde poder vivir en paz. Duele ver a los más pequeños llegar en pateras, a veces solos, enfermos, y esto duele… esto es lo más sangrante y doloroso.
Pero también es sangrante y desmoralizador el panorama político que estamos viviendo en nuestro país desde que acudimos a las urnas el 23 de julio.
Durante casi un mes vivimos el sainete de la investidura de Alberto Núñez Feijóo. Todos los políticos cobrando su paga y la actividad política del país en pausa. Como si nada fuera importante, sólo ver a la clase política insultándose y aplicando el «y tú más» y perdiendo el tiempo, ese tiempo tan importante para quienes no llegan a final de mes y están pendientes de esas ayudas paralizadas, ese tiempo con el que no cuentan muchas de las víctimas de violencia machista mientras los recursos se paralizan, el tiempo es importante para esa juventud que ve cómo se dilatan las ayudas prometidas y no les permite vivir esa independencia con la que todos soñamos cuando éramos jóvenes…
Y en este tiempo también, quienes en algún momento fueron referentes para muchos de nosotras nos han dejado «ojipláticas» con algunas de sus declaraciones machistas. Lean, si no lo han hecho todavía, la carta que González Faús escribió a Yolanda Díaz. O las declaraciones que hizo Alfonso Guerra en relación con la misma persona. ¡Qué pena no saber retirarse a tiempo y dejar paso a nuevas generaciones! Para muchas de nosotras, cada uno en su campo, fueron referentes y ahora una verdadera decepción.
Durante este tiempo también han pasado cosas agradables, sobre todo a nivel personal y cercano. A veces este te hace tener sentimientos encontrados, pero es la realidad.
Mi compañera cumplió 79 años, y las dos 25 de vida y camino compartido. Hace poco yo cambié de década y entré en los 70. Muchos motivos para dar gracias y celebrar… y lo hicimos, aunque de fondo tuviéramos presentes a tantas y tantas personas que no pueden celebrar la vida, pero lo hicimos y lo hacemos teniendo presente a todas ellas y, en palabras de Mercedes Sosa, pidiendo que el dolor, lo injusto, la guerra, el futuro… no me sea indiferente.
Recientemente he descubierto el valor del 7, ese número mágico en la Biblia y en muchos pueblos. “El número 7 -dijo Hipócrates- por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes”. Quizás sea presagio de una década en la que va a haber que trabajar mucho por la justicia, la solidaridad, la igualdad… Pero que, junto a otras muchas gentes más (un número grande de mis amigas han entrado en esta década), podremos ayudarnos, codo a codo, a que la realidad no nos paralice y sigamos avanzando por ese otro mundo posible.