Estamos en una situación social muy delicada. Se están perdiendo muchos puestos de trabajo. El ajuste económico para solucionar los problemas a los bancos nos está llevando a olvidar el valor de las personas. Se trata a la gente y al obrero, con su familia incluida, como si fueran basuras. El Gobierno español y el europeo han echado por tierra muchos derechos adquiridos durante años de lucha obrera.
Ahora se bajan los sueldos y se hacen contratos basura. Ya se puede despedir a cualquiera por estar resfriado o por no caerle simpático al jefe de personal. Se contrata por dos horas al día y se exige trabajar ocho y hasta doce horas. No se respetan los salarios establecidos y si hay reclamaciones se les sustituye por otros que están esperando.
Esto pasa en el servicio doméstico y en los bares y restaurantes donde hay empleados de otros países. Se abusa de ellos como si no fueran personas.
¿Es necesario denunciar cada caso? ¿No hay unos inspectores que vigilen el cumplimiento de las normas? ¿O sólo les preocupa si los inmigrantes tienen o no papeles? La misma policía conoce casos sangrantes de personas que necesitan algo para comer y se prestan a trabajar por lo que sea. ¿No pueden actuar como guardianes de los derechos constitucionales? Estamos perdiendo humanidad.
Consentimos que se trate a las personas como esclavos. Y muchos de los que practican ese trato injusto se atreverán a llamarse cristianos. ¡Qué cosas hay que ver!
Emigrar para mejorar de vida es un derecho, pero tener que emigrar para sobrevivir es una injusticia. Y algunos se lo hacen más insoportable a los que tienen extrema necesidad. Yo me pregunto: ¿quién puede solucionar el problema? La conciencia social de los contratadores no parece suficiente.
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