Al leer el artículo de portada del número de noviembre me ha dado la sensación de que, desde la redacción, no se enfoca el tema con la debida cautela y precisión, al menos no con toda la necesaria.
Es cierto que la sociedad avanza y que hay temas que deben ser estudiados detenidamente, pero me parece que se están mezclando cosas. Estoy de acuerdo con que, en ocasiones, hay personas que se han podido ver discriminadas o rechazadas y no debería ser así, pues la Iglesia ha de ser, ante todo, misericordiosa.
Pero eso es una cosa y otra cosa es que se pierda la esencia del Evangelio de Cristo porque se vaya dando paso, directa o indirectamente, al relativismo, al debilitamiento de la fe y de los valores. Una cosa es que se deba acoger y comprender a las personas divorciadas o a los homosexuales y otra distinta es que se pierda el norte a la hora de promover un noviazgo casto (que no imponerlo) y matrimonios estables y duraderos. Que haya cosas que la gente de hoy en día no cumpla no quiere decir que el cumplirlas sea anticuado (al menos muchas de ellas). Pues en lo más hondo del ser hombre o ser mujer radica un anhelo de amar y ser amado plenamente y eso requiere renuncia y esfuerzo.
Amar de esa manera no puede aprenderse del mundo, se aprende de Dios. Él nos ha hecho a su imagen. Todo lo que la distorsionemos nos estará alejando de nuestra felicidad. No olvidemos las palabras de Jesús: «Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mt 7,13-14)
No se trata de adaptarnos a la mentalidad del mundo. Se trata de salvarlo. Aunque para ello, obviamente, hay que respetar y acoger todas las realidades humanas. Por eso, escribir desde la redacción de una revista o un medio de comunicación exige una responsabilidad muy grande y deben elegirse muy bien las palabras. Independientemente de que puedan herir o no sensibilidades, se puede llegar a tergiversar un tema, incluso argumentando con buenas intenciones.
Espero que tengan en cuenta estas palabras, que les he dirigido lo mejor que he podido.
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