Jeremias Treu llegó a Barcelona en septiembre 2007 como pastor de la Iglesia evangélica de habla alemana, que tiene su sede actual en un templo sin campanario ni campanas. La fecha lo explica todo: se inaugura en 1942, en el furor franquista, que puso como condición que no se viera ni oyera que era una iglesia. Pero la historia viene de mucho más atrás. Se fundó en 1885 en un momento en que los alemanes tenían, –explica Anne Büch, que se une a la entrevista- una cierta mentalidad “colonialista”. Puesto que los alemanes en el extranjero necesitan su cultura, la Iglesia no ha estado ligada sólo a vivir la fe evangélica luterana, sino también a vivir la cultura alemana.
– ¿Como se inicia esta iglesia en Barcelona?
Jeremias: En Barcelona siempre vivieron personas de lengua alemana, sobre todo austriacos y alemanes, especialmente a partir del XIX; sobre todo personas que trabajaban en empresas alemanas. En un determinado momento, hay una treintena que quiere vivir su fe en una comunidad, que sus hijos se eduquen en alemán y en una comunidad luterana evangélica. En 1885 se alquila en el Raval un piso para el culto y para reunirse. En 1901 se construye ya una iglesia en la calle Moya y se abre la escuela alemana. Esta sede contó en 1928-29 con Dietrich Bonhoeffer. Con el tiempo, se queda pequeña y se construye la actual en 1942.
La Iglesia tiene actualmente unos 650 miembros, la mayoría en Barcelona. Es una comunidad muy activa y participativa, muy abierta, muy comprometida con la Iglesia y con lo que sucede alrededor. “Quienes vienen es porque tienen un gran interés en encontrarse, participar, compartir su fe, formarse y, digámoslo también claro, vivir en su cultura. No es que siempre hablemos en alemán cuando nos encontramos; muchas personas ya han nacido aquí o sus parejas son de aquí, pero la gente es de cultura alemana, y no es indiferente la lengua para rezar: rezamos en la lengua propia porque es lo que somos”.
Anne comparte el punto de vista. “Cuando llegue aquí hace año y medio, no conocía a nadie (había vivido aquí hace 10 años, pero ya no conocía a nadie). Vine al servicio religioso y fue impresionante: se interesaron por mí, me preguntaron y ya el primer día me invitaron a comer, y todo eso hizo que me integrara muy rápidamente. Yo vivo fuera y, aunque a veces bajo a Barcelona entre semana por algún compromiso, para mí el domingo es el día más importante, porque me encuentro con la comunidad.”
– ¿Cual es el papel del pastor en la comunidad?
Anne: Es muy diferente que en la Iglesia católica, que a mí me da la impresión de que el pastor es un poco un Papa pequeño. En la Evangélica él es primus inter pares, pero no en todo. Por ejemplo, no puede tomar una decisión financiera sin consultar al presbiterio, que es quien decide aquí en la comunidad. Él es una parte importante, pero es uno más de las ocho personas que lo formamos, por votación democrática de la comunidad. Se elige cada cuatro años, y siempre se renueva la mitad, para que haya continuidad. El pastor también es elegido por la comunidad, entre tres que previamente invita para conocerse mutuamente. Jeremías llegó en septiembre de 2007, por lo que aún le quedan tres años y medio del periodo renovable de seis para el que fue votado.
“El pastor es teólogo, y ése es su papel (aunque puede haber más personas con esa formación; por ejemplo, yo también soy teóloga, aunque no pastora), y el servicio religioso también es asunto suyo. Nosotros podemos decirle que preferimos una cosa u otra y, como hay muy buena relación, nos hace caso, pero es su campo. Pero las decisiones de la Iglesia las toma el presbiterio, que informa a la comunidad en la asamblea anual”.
La vida de la comunidad tiene como elemento central el servicio religioso dominical. También hay celebración para niños. Generalmente celebra Jeremías, pero hay otras tres personas que pueden sustituirlo, una de ellas Anne, “porque es importante que tenga de vez en cuando un fin de semana libre; la comunidad tiene también la responsabilidad de cuidar al pastor.»
Tienen dos actividades ecuménicas muy importantes. “Rezamos al estilo Taizé con tres comunidades: la católica de habla alemana y la católica de la parroquia de Santa Inés, que está al lado, y con un monasterio cercano. Además, con la comunidad católica de habla alemana hacemos una actividad de Biblia durante dos semanas, en torno a un tema, mezcla de oración y de formación. La última vez fue sobre las historias de Jacob, con las distintas lecturas que hacemos cada comunidad y qué nos dice hoy. Los luteranos tenemos mucha costumbre de pensar muy autónomamente, y lo hacemos con mucho gusto”.
Aunque es cierto –dicen- que de alguna manera viven varios mundos que se entrecruzan, no significa en absoluto que la fe no tenga relación con la vida ni la interpele. Aquí experimentan lo que es vivir la fe en comunidad, y con esta experiencia vuelven a su vida cotidiana. “Esto es voluntario, nosotros no tenemos el precepto de la celebración dominical. Si las personas no vivieran aquí algo que encuentran positivo para su vida personal, no vendrían. Vivimos bastante en el mundo, estamos implicados en diversos proyectos sociales, sin desentendernos de los problemas de nuestro alrededor, y no da igual dónde vivimos: vivimos aquí.»
Jeremías nació en la Alemania del Este, en una situación de dictadura, en la que la Iglesia no estaba prohibida, sólo tolerada, y la gente que se comprometía con la Iglesia tenía muchas dificultades en su vida cotidiana, en su carrera, en todos los aspectos. La Iglesia era muy política, con posiciones contrarias al gobierno. Su familia es muy religiosa. “Mi padre es también pastor. Para mí supuso un enorme cambio la caída del muro, por una parte, por la libertad con todo lo que conlleva, y por otro, encontrarme en una Iglesia que era parte de la sociedad. Fui pastor de una comunidad, me centré mucho en los jóvenes y fui pastor de prisiones. Es la primera vez que vivo fuera de la antigua Alemania del Este. La comunidad es una comunidad alemana y soy profesor en el Colegio alemán, de modo que soy consciente de que vivo totalmente en alemán; es un poco un mundo paralelo.»
La madre de Anne viene de una familia luterana, con varios teólogos, pero mi padre abandonó la Iglesia a los 14 años. Entre ellos hicieron un pacto: no se casaron por la Iglesia, pero su madre, a cambio, podía educar a sus hijos en la fe cristiana. “Yo suelo decir que era de un pueblo tan pequeño que las opciones eran fútbol, bomberos voluntarios y la Iglesia. Y preferí la Iglesia, aunque lo único que me faltó fue el fútbol, porque en los bomberos también estuve”.
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