Ramón Lobo es uno de esos nombres que resuenan en la memoria de nuestro país cuando se piensa en el periodismo de guerra de las últimas décadas. Tras pasar por muy diversos medios –desde radio a prensa regional o económica, pasando por el desaparecido diario El Sol–, en 1992 entró en El País, donde trabajó como redactor de la sección de internacional y cubrió conflictos bélicos por todo el mundo: Croacia, Serbia y Kosovo, Bosnia-Herzegovina, Irak, Líbano, Ruanda, Nigeria, Sierra Leona… El ERE en el diario del grupo Prisa lo apartó del periódico, pero no le alejó del periodismo libre, honesto y sin miedo. Tal vez, incluso, le acercó.
Nos encontramos con él para hablar de periodismo de guerra aunque, con su disponibilidad y apertura, además del camino recorrido, la conversación podría fluir acerca de casi cualquier tema.
Ramón, ¿cuál cree que es la situación actual del periodismo?
La situación actual es, sin duda, desastrosa y tenemos elementos suficientes como para temer que pueda desaparecer la profesión tal y como la conocemos, pero también la crisis es una enorme oportunidad para hacer las cosas de otra forma. Tenemos que hacer un análisis de qué hemos hecho mal, nosotros y, sobre todo, las empresas. Creo que Internet y estas nuevas tecnologías nos permiten intentar recuperar el control del periodismo. En Internet fluyen muchas cosas que son gratis y, si nosotros queremos cobrar, tenemos que hacer cosas mejor que lo que está fluyendo gratis. Sobre todo, tenemos que ser útiles. Hay que dejar de llorar y empezar a hacer cosas.
¿Cuáles son esos errores que se han cometido?
Antes había jefes que se entusiasmaban por una historia y ahora tienes jefes que lo que preguntan es cuánto cuesta. En el periodismo, el trabajo de un jefe no es preguntar cuánto cuesta, sino cómo lo podemos hacer, cómo vamos a enfocarlo, cómo vamos a exprimirlo, cuántas historias podemos sacar… Además, hemos hecho cada vez una prensa más sectaria, donde hemos ido cultivando un tipo lector –unos medios más que otros– que en realidad va al kiosco a refrendar sus prejuicios. Creo que hemos perdido contacto totalmente con la realidad.
Y, en concreto, ¿cuál es la situación del periodismo de guerra?
La desprotección es lo más grave. Se está produciendo una “becarización” de la profesión y una “freelancización” de los enviados especiales y de los corresponsales. Es evidente que vamos a eso, no hay vuelta atrás. Lo que no puede ocurrir es que se pierda la calidad o se pierda el rigor o se pierda la honestidad o la capacidad de generar contextos. La única vía es la calidad y, aún así, no estoy seguro de que funcione. De lo que sí estoy absolutamente seguro es de que, fuera de la vía de la calidad, es imposible. Solamente van a sobrevivir aquellos que sepan defender esa calidad. Lo importante es que la calidad informativa independiente y honesta siga siendo la misma.
Entonces, ¿es una locura querer dedicarse al periodismo de guerra?
No creo que sea una locura; la locura es empeñarse en esto durante mucho tiempo. Esto sí que es como una maratón, primero conseguir que te paguen, que te salga rentable o que, al menos no pierdas mucho dinero en un viaje… y eso ahora es mucho más difícil. Pero diría que, si a ti te apetece y es lo que quieres, ¡peléalo! Ejemplos de ello serían las nuevas generaciones como Mikel Ayestarán, Antonio Pampliega, Alberto Arce… Es necesario coraje, la capacidad de perseguir algo durante mucho tiempo y mucho tiempo pueden ser años… No importa que te adelanten, piensa que esto es muy largo. Es eso, una maratón.
Ansias, coraje, ganas… ¿y también suerte?
Sí es cierto que es fundamental la suerte. En el periodismo, yo lo distingo entre “vivos” y “muertos”. Si estás muerto no vas a hacer nada en esta profesión: si no tienes curiosidad, si no tienes coraje, si no tienes ganas, ansias de saber ¿qué haces aquí? Hay que perseguir los sueños, pero hay que ser suficientemente inteligente para saber cambiar de sueño. Empecinarte en un sueño que no tiene sentido es una estupidez, pero lo importante no es alcanzar tu sueño, lo importante es soñar.
Y, a la hora de cubrir un conflicto bélico, ¿cómo debe actuar un periodista?, ¿debe tomar partido desde su ideología?
Mi ideología y mi forma de ver la vida influyen en la selección de temas que me interesan. Por ejemplo, me interesan poco las armas, me interesan mucho más las víctimas que los verdugos. Evidentemente, tienes que hacer cosas sobre los verdugos para que se ponga todo en contexto, pero si tú vas a una guerra, aunque haya dos bandos –cuando no hay tres o cuatro–, fundamentalmente tienes q aprender que tu posición es distinguir que hay dos bandos esenciales: los hijos de puta y las víctimas. Y tú tienes que tomar partido por las víctimas. Simplemente contando sus problemas porque son las consecuencias de la guerra, pero no puedes olvidar que hay víctimas en todos los sitios.
Entonces, ¿se puede hablar de periodismo comprometido?
A mí me gusta más hablar de periodismo honesto. Tú tienes que escribir un texto que, evidentemente, organizas como a ti te da la gana y buscas unos resultados emocionales o periodísticos en el lector, pero tienes que ser suficientemente honesto, lo cual es mejor que ser objetivo, para que el lector pueda llegar a conclusiones distintas a las tuyas.
Hablando de conflictos bélicos vigentes actualmente, ¿cómo ve la situación en Siria?
Es difícil. Trágica para los civiles. Siria es otro ejemplo de una pésima actuación internacional. El problema es que no conocemos los conflictos, no conocemos la historia. Los medios de comunicación estamos influidos por ese sistema político que da la sensación de que todo se hace por Wikipedia; que los países invaden por Wikipedia. Pensar que Siria iba a ser como Túnez o como Egipto es un desconocimiento total de la historia.
Y, en concreto, ¿cómo ve la situación de los periodistas que están realizando la cobertura de dicha guerra, como los tres españoles que permanecen secuestrados?
Al menos 30 reporteros se encuentran en paradero desconocido desde hace semanas o meses, en manos del régimen del presidente Bashar el Asad o de grupos yihadistas. A partir de julio, desde Al Qaeda se da la orden de capturar a occidentales, en concreto a periodistas, porque se les considera espías. Yo creo que ellos saben que no son espías. Lo saben, pero los toman como escudos humanos preventivos.
A pesar de las dificultades y los peligros, en el periodismo de guerra ¿querer es poder?
Sí, sin duda. Estoy convencido, de que las cosas hay que pelearlas el tiempo suficiente, pero tampoco hay que obcecarse. Desde hace mucho tiempo, creo que la vida es lo más importante, que esto es un camino y que el objetivo no es llegar al final del camino, sino el propio camino. La vida es un poco el no perder la capacidad poética, la capacidad de emocionarse, de pelear por cosas imposibles de luchar contra los molinos de viento, es un poco todo eso.