Les expulsaron del templo

Tristemente se dan casos de grupos y comunidades que tienen que abandonar su parroquia de siempre. Los desahucios no son, desgraciadamente, una prerrogativa de los bancos. También en nuestra amada Iglesia se expulsa a gente de la casa del Padre, de la casa de todos y todas. A diferencia de los motivos que llevaron al Maestro a echar con cajas destempladas a los mercaderes del templo, hoy en día se deja sin el hogar de la fe compartida a fieles por defender un criterio, una opinión diferente a la del párroco, a la del obispo de turno.

En este número de alandar nos hacemos eco de algunos lamentables ejemplos de abuso de autoridad que se han producido recientemente en varias parroquias de nuestro país. No se trata de casos aislados y hablamos de cuatro diócesis distintas (Madrid, Alcalá, Sevilla y Murcia). Otras muchas historias similares que se den en estos momentos o se hayan dado dan fe del déficit democrático que se respira entre quienes fueron nombrados para servir al Pueblo de Dios.

Democracia e Iglesia son dos palabras que se llevan como el agua y el aceite. Vanos fueron los intentos del Concilio Vaticano II de transformar la institución en un espacio más abierto, participativo y plural. Pasado el sueño hermoso que supuso el papado de Juan XXIII, se dejó bien claro desde el Vaticano que la comunidad de laicos y laicas tiene voz pero no voto a la hora de tomar las decisiones fundamentales ligadas a la vida parroquial. El sacerdote es quien, a la postre, tiene la última palabra. Mucho más si hay que acallar las críticas de quienes denuncian abusos de autoridad o cambios bruscos del rumbo de la parroquia. La corrección fraterna que nos propone Jesús en el Evangelio (Mt 18:15-17) pasa a ser un término vacío de contenido si lo que se pone en solfa es el poder omnímodo del párroco.

El aire fresco y saludable que traen las palabras y los actos de Francisco, nuestro papa bueno, contrastan con una forma poco amorosa de ejercer el sacerdocio, que es la que practican algunos párrocos. Los abusos que se han denunciado en las parroquias de Ambite, Hortaleza, Mairena de Aljarafe o Yecla no deberían traducirse en la impotencia de quienes los han sufrido. El Espíritu debería llenarnos de razones y energía positiva para resistir y confrontar fraternalmente a quienes olvidan los mandamientos del amor. Alandar ofrece su sección de Cartas para que tales infamias no caigan en el olvido… Y también, siempre, para narrar experiencias positivas que muestren que es plausible una Iglesia de puertas abiertas, comprometida con la vida de las personas, especialmente aquellas que más sufren.

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