No es verdad y sí lo es. La aseveración que se hace en este titular de la portada del número de marzo de alandar no responde a la realidad del mundo actual. Por mucho que se defienda en los discursos oficiales emitidos desde una clase política condicionada groseramente por el lenguaje políticamente correcto. El poder político y económico, ese oscuro objeto de deseo, sigue estando en manos de los hombres. O, si se quiere decir de un modo más sencillo y cierto: la mayoría (hay gloriosas excepciones en Escandinavia y en algún país de Centroeuropa) del mundo en el siglo XXI se rige por las leyes del patriarcado. No obstante, surgen rayos de esperanza cuando, pese a las dificultades, surgen mujeres poderosas que proponen formas de gestionar la res pública de otro modo.
Nadie puede negar que se ha avanzado en el camino hacia la igualdad. Decir que ha sido mucho o poco dependerá de los parámetros que se empleen en la comparación. En marzo no deberíamos olvidar que el 8, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se celebra una jornada en recuerdo de las 146 mujeres empleadas en una fábrica de Nueva York que perecieron, en 1908, en un incendio provocado por las bombas incendiarias que les lanzaron ante la negativa de abandonar el encierro en el que protestaban por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que padecían.
La injusticia manifiesta contra la que se rebelaron esas 146 mártires se repite en 2011 en más de medio mundo. La gran mayoría de las mujeres siguen cobrando menos por igual trabajo, ocupándose de gran parte de las tareas del hogar, criando a la prole, siendo víctimas de violencia por el hecho de ser mujeres y viendo limitada su capacidad de acceder al poder en iguales condiciones que los hombres. El reportaje que publicamos da buena cuenta del tortuoso camino que deben recorrer aquellas que se deciden a dedicarse a la política.
Si echamos un vistazo a la realidad, los números cantan. El Parlamento europeo que tiene más porcentaje de diputadas es Suecia (44%) y el que menos Malta (8%). En España se alcanza un triste 34%. En el resto de los continentes, mejor no mirar. ¿Son estas cifras un fiel reflejo de la importancia que tiene el 50,1% de la población en el sostenimiento de las naciones? Parece que no. Mucho más cuando el crecimiento de la representación femenina en los órganos de poder político crece a un ritmo de un 0,5% anual de media en el mundo.
En este número de nuestra publicación pasamos de los datos fríos a las vidas reales contando los casos de dos candidatas políticas latinoamericanas y una africana. Dos de ellas son iconos de cómo se puede llegar a lo más alto desde la constancia, la inteligencia y un modo distinto de hacer política. Son Susana Villarán, alcaldesa de Lima (Perú) y Dilma Rousseff, flamante presidenta de Brasil. La tercera, Victoire Ingabire, candidata a la presidencia de su país, Ruanda, ni siquiera tuvo la oportunidad de demostrar su valía en la campaña electoral: Paul Kagame, el dictador que dirige con mano de hierro los destinos del país centroafricano desde 1994, la encarceló tras llegar del exilio en el que se vio obligada a permanecer durante 16 años. Ahora Victoire sufre cárcel tras haber sido acusada de multitud de atrocidades. Su único delito consistió en unir a los dos partidos de la oposición para liderar una coalición progresista que denunció los numerosos casos de violación de los derechos humanos de los que es responsable el actual Gobierno ruandés. Su valentía puede costarle la vida.