La verdadera inversión

Foto. Mª Carmen López Salas.Es el pasaporte al futuro. La base de la democracia y la convivencia. Uno de los derechos básicos y fundamentales reconocidos en todas las Declaraciones y Constituciones. Pero también el campo de batalla de partidos políticos y grupos sectarios. O cabeza de turco privilegiada en momentos de crisis.

En las páginas de alandar hemos contado miles de historias de vida en las que el acceso a la educación ha supuesto un cambio radical para personas de todo el mundo. Y también muchas denuncias y propuestas de organizaciones que se baten el cobre para garantizar que el oro de la educación llega a todos y especialmente a todas, sin distinción. Pero quizá la educación, tan valorada teóricamente por todo el mundo, sea todavía uno de los mayores retos del siglo XXI, en las grandes cifras y en los pequeños ejemplos.

En nuestro entorno oímos todos los días cantos de sirena sobre la cultura del esfuerzo, la segregación de los y las mejores o la religión en las aulas, por no hablar de la magnitud de los recortes en educación. Pero en todo el mundo el reto de la educación es que todos los niños, niñas y jóvenes puedan llegar a ella cuanto antes, que tenga una calidad adecuada y que el conocimiento ayude a las personas, a las comunidades, a los países, a desarrollarse mejor. Y no son solo palabras: la mejor clasificación de España en toda la historia del Índice de Desarrollo Humano la obtuvo en 1995, cuando la reforma educativa aumentó en dos años, hasta los 16, la educación obligatoria y gratuita. El 9º puesto en desarrollo humano obtenido aquel año, seguido del 10º y del 11º en los dos siguientes, tienen su explicación en los beneficios sociales de una atención educativa más completa y universal. Más niños, niñas y adolescentes con oportunidades suponen una sociedad más estable y próspera. Pero en 2011 hemos caído hasta el 23º y una de las geniales ideas de la administración educativa es recortar en un año la escolaridad obligatoria para dárselo a una etapa selectiva. Ahorrar en lo de todos y todas para dar más a unas pocas personas.

Si el ejemplo mundial en éxito educativo es Finlandia, deberíamos ser capaces de entender la universalidad, la preparación y el reconocimiento del profesorado, un sistema basado en la resolución de problemas, en la creatividad, en el aprendizaje independiente y en el trabajo colaborativo en el aula. Y, por supuesto, en la colaboración de las familias.

Pero no hace falta compararse siempre con los países más ricos. Cada día, en miles de escuelas de todos los países del mundo, ya sea bajo las ramas de un árbol o en aulas equipadas con pizarra digital, miles de personas –familias, docentes, niñas y niños, personas adultas– libran la auténtica batalla de la educación y la ganan poco a poco. Sin ruido, con buenas prácticas e inteligencia, van sellando nuevos pasaportes hacia el futuro.

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