Guatemala es un país de una belleza y geografía convulsa salpicada por treinta y dos volcanes y una población silenciada a golpes de fusil durante los treinta años de guerra civil (1960-1996) que vivió el país. Atitlán es el más hermoso lago de Mesoamérica, pero en sus frías aguas las mujeres indígenas hunden el cuerpo hasta la cintura para lavar la ropa. Muchos turistas se empeñan en fotografiar este “pintoresco espectáculo” sin saber que en Santiago Atitlán muchos campesinos fueron masacrados por el Ejercito en los pueblos que rodean el lago. En el rostro cerrado y silencioso de muchos y muchas indígenas aflora el drama de un país amordazado durante décadas. Se calcula que unas doscientas cincuentas mil personas (según IPS) fueron asesinadas, víctimas de la violencia en una nación de tan solo nueve millones de habitantes, en el tiempo de la contienda. La mayoría de las víctimas eran indígenas.
Nazaria Tum Sanic conoce bien la historia del conflicto armado que vivió su país porque lo sufrió «desde la resistencia». Formó parte de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR), que se pasaron los años de la guerra escondidas en las montañas, sin que nadie supiera de su existencia. Allí aprendió junto con otras mujeres a organizarse, a resistir y a trabajar por sus derechos. Con la firma de los Acuerdos de Paz, en diciembre de 1996, llegó la separación de las CPR cuando se dispersaron en distintos asentamientos.
La guerra había terminado pero la realidad para la mujer (y además indígena) no había cambiado demasiado. Algunas de las mujeres que, como Nazaria, iniciaron esa resistencia en las montañas del norte de Chajul a finales de los 70 ahora la acompañan al frente de su organización, «La voz de la Resistencia», con la que, desde 2009, trabajan en la búsqueda de un espacio propio para las indígenas y su inclusión en los poderes locales. Ya son más de mil mujeres las que militan en la organización. Trabajan en 30 comunidades, seis municipios y cuatro de los principales departamentos de Guatemala.
Uno de los mayores problemas con los que se encuentran es el machismo, dice Nazaria a su paso por Madrid, donde ha venido invitada por la ONG Intered. Un machismo que no solo se da en las comunidades sino también en las autoridades locales y a nivel general, aunque no les va quedando más remedio que reconocer el trabajo que van haciendo.
Como principal ayuda se tienen a ellas mismas: la unión y el apoyo de las propias mujeres es el impulso para seguir trabajando. Y lo hacen sobre todo en el campo educativo y de la formación. Porque uno de sus objetivos es promover la voz activa de las mujeres en la toma de las decisiones. Y para esto es necesario saber leer y escribir. “El trabajo principal es enseñar a leer y escribir a las mujeres que no han tenido oportunidad de ir a la escuela. Vemos la necesidad cuando las mujeres asumen cargos dentro de las comunidades. Tienen que saber leer y escribir para poder ejercer su responsabilidad como lideresas”, dice Nazaria. La alfabetización es bilingüe. En Guatemala viven veintidós grupos étnicos distintos entre los que destacan los Zutujiles, Cacckchiqueles, Kanjovales, Man y Quichés, que hablan casi todos lenguas de origen mayense, pero que pocos son los que pueden leerlos o escribirlos. Por eso es importante que la alfabetización sea bilingüe, al mismo tiempo que pueden comunicarse con todos se preservan sus culturas y sus lenguas.
Tum Sanic se mostró satisfecha de la evolución que experimenta «poco a poco» el rol femenino en un país en el que «las mujeres seguimos sufriendo la discriminación, el machismo y la opresión».
Esta mujer luchadora en las montañas de Guatemala durante la contienda civil ahora trabaja por el cambio desde la educación y la formación, convencida de que “la educación es la primera condición para la libertad, la democracia y el desarrollo sostenible”, como señala uno de los eslóganes de Intered, ONG que la apoya en su trabajo.
Más información:
www.intered.org