¿Cómo está afectando la crisis al sector de la cooperación?
La crisis, en el sector de la cooperación para el desarrollo, en realidad está sirviendo como argumento para reducir y empeorar las políticas que se estaban realizando. Los logros que se habían alcanzado por presión social, desde las campañas por el 0’7% hasta la reivindicación de los Objetivos del Milenio, se pierden en cuanto la falta de voluntad política tiene una excusa: la crisis. En consecuencia, la cooperación al desarrollo se está viendo afectada de una manera más ostensible que en el resto de servicios sociales. Desde su inicio, estamos siendo testigos de cómo los recortes en este campo se están produciendo, en algunos casos, por encima de los recortes sufridos en los diferentes presupuestos generales elaborados. Esto se hace aún más evidente en el ámbito de la cooperación descentralizada [la que se realiza a través de las administraciones subestatales (gobiernos autónomos, diputaciones, ayuntamientos…)].
Todo esto está sumiendo a los países en vías de desarrollo en una situación de mayor fragilidad y de indefensión, llegando a estar en peligro la defensa de sus derechos fundamentales, debido a la dificultad que se tiene para continuar con las acciones emprendidas en estos países, tanto por parte de los gobiernos como de las organizaciones no gubernamentales.
El lema que, hasta no hace mucho, se esgrimía por parte de todos los actores de la cooperación para el desarrollo, “Somos la primera generación capaz de erradicar la pobreza en el mundo”, puede quedar en absoluto papel mojado ante las medidas que se continúan adoptando por los diferentes gobiernos: estatal, regional y local. Esto supone un retroceso en los avances realizados hasta el momento en sectores de trabajo como: salud, educación, fortalecimiento institucional, capacitación de recursos humanos, vivienda, etc.
¿Qué efectos tiene la reducción o incluso la eliminación de las subvenciones a proyectos de cooperación?
El principal efecto que se está produciendo con estos recortes es que los proyectos que se encontraban en ejecución en países en vías de desarrollo se están viendo paralizados o ralentizados. Además, hay que tener en cuenta que a esta situación se añade otro agravante: el hecho de que muchas administraciones públicas están demorando los pagos comprometidos con las ONGD desde hace años. Esto, por un lado, las está sumiendo en una situación de desprotección que les impide que puedan continuar con el trabajo iniciado, con su propia misión y objetivos y, por otro, está creando una debilidad en las estructuras internas de las organizaciones afectadas por los recortes, con lo que puede verse afectada la calidad de las acciones que se llevan a cabo. Asimismo, esta situación está provocando que la brecha de desigualdad que se había conseguido reducir hasta 2010 se vea, de nuevo, incrementada.
¿Nos ayuda la cooperación al desarrollo en los países empobrecidos del sur a salir de la crisis en el norte? ¿Cómo?
La cooperación para el desarrollo no nos sacará de ninguna crisis, pero sí podría evitarlas. El desarrollo sostenible, global, justo y basado en los derechos humanos está orientado a alcanzar una sociedad más equilibrada, que no esté dependiendo y padeciendo los vaivenes del mundo financiero.
Vivimos en un mundo global. Esto significa que cualquier acción realizada a miles de kilómetros repercute directamente en nuestra vida diaria, aunque pensemos que no. Si conseguimos un mundo más justo y más equitativo, ello permitirá, entro otros aspectos, contar con ciudadanos y ciudadanas más libres y menos presionados económicamente, lo que contribuirá a potenciar estructuras más equilibradas y más seguras, en las que todos y todas podamos optar con plenas garantías a los mismos servicios de salud, educación, vivienda, etc.
¿Tiene sentido seguir aspirando al 0’7% de ayuda al desarrollo en momentos como el actual?
En el actual concepto de cooperación al desarrollo, el cuánto (0’7%) es menos importante que el cómo. Aunque no debemos renunciar a este objetivo a largo plazo, lo que está claro es que en estos momentos la prioridad es solicitar a los gobernantes, estatales, regionales y locales, un mayor compromiso con las personas más desfavorecidas, al fin y al cabo no han sido éstas las causantes de esta crisis, algo que se debería dejar bastante claro. Por tanto, no debemos renunciar a seguir incidiendo en la necesidad de contar con políticas de cooperación de calidad y mucho menos a su desaparición, tal y como se está haciendo actualmente en algunos municipios de nuestra Comunidad.
La cooperación para el desarrollo no puede ser una política que únicamente se lleve a cabo en momentos de bonanza. Es ahora cuando adquiere un mayor significado. No puede ser considerado un acto de caridad sino un compromiso de todos y todas, gobernantes y ciudadanía, en la lucha por la equidad y la justicia social, tanto aquí como allí.