Necesitamos un motor para el cambio. El hastío que provoca un mundo injusto descubre una vía de escape en la indignación de mucha gente que ya no está dispuesta a seguir siendo espectador inane de la infamia que nos circunda. “Un mundo injusto te hace cómplice”, rezaba el lema de una de las mejores campañas de sensibilización que lanzó Manos Unidas en los años 90. Y cuánta razón tenía. Sin embargo, desde el 15 de mayo, un movimiento espontáneo ha surgido de la rabia de una sociedad harta de tragar para demostrar que todavía hay mucha gente dispuesta a comprometerse en transformar este planeta en un lugar más habitable.
La corriente de aire fresco que se levantó en la Puerta del Sol no solo ha ejercido de tornado para hacer tambalearse los cimientos del sistema político y social español. También ha servido de piedra de toque para quienes entienden que la Iglesia no puede ni debe vivir de espaldas al mundo. Aunque parezca un anacronismo, a menudo los gestos y los discursos que brotan de los púlpitos, mantienen un alejamiento autista de la realidad que circunda la vida de las personas. Así hemos podido comprobar cómo, en medio de un periodo de estrecheces económicas generalizadas, la visita de Benedicto XVI a Madrid ha venido rodeada de un desproporcionado boato y despilfarro de dinero público.
Frente a un Jesús que elige la austeridad de un burro y la desprotección del humilde para entrar en Jerusalén, el papa aterrizó en la capital de España precedido por un despliegue escandaloso de lujo y medidas de seguridad, para encontrarse con cientos de miles de jóvenes venidos de todo el mundo. Las valoraciones sobre la JMJ (Jornada Mundial de la Juventud) son tan diversas y respetables como opiniones existen. Y eso sin duda enriquece el debate. No obstante, lo que nadie puede negar es el contraste cruel que provoca la parafernalia con la que se ha organizado este acontecimiento y su coincidencia en el tiempo con una de las crisis alimenticias más mortíferas que recuerda el tiempo reciente. ¿Podría Benedicto haber destinado parte del presupuesto de la JMJ a salvar vidas humanas en el Cuerno de África?
Esta pregunta puede ser tomada como un ataque a la visita pastoral del Santo Pontífice, cuando en realidad no deja de plantear la paradoja permanente en la que se mueve la Iglesia católica. Muchos creyentes nos preguntamos dónde está el vínculo entre este modelo eclesial que cifra el éxito de su labor en acontecimientos pantagruélicos dónde el éxito se cifra el número de fieles que se reúnen y el mensaje evangélico de un Jesús de Nazaret que nació, vivió y murió en soledad o -en el mejor de los casos- acompañado por unos pocos.
Frente al “Benedicto superstar” se alza -y cada día con más fuerza moral- una Iglesia pendiente de los pobres, de los preferidos del Señor. Para saber de dónde viene su indignación, cuál es la fuente de su esperanza y con qué causas se comprometen, hemos entrevistado a personas, comprometidas activamente en colectivos y congregaciones que están fuera de cualquier duda en cuanto a su entrega en la tarea de construir el Reino. Jamás ocuparán la portada de un periódico, ni abrirán un informativo en televisión. Pero la energía que les impulsa, según cuentan, se parece bastante a la locura evangélica que contagiaba a ese Jesús en el que creemos.