Adiós a 2011, un año que a mucha gente le gustaría borrar de un plumazo de su memoria. Y, sin embargo, el que se apaga también ha dejado frutos positivos. Algunos proceden de quienes se empeñan en llevarle la contraria a la lógica del mundo, al mandato que nos inculca el sistema: “búscate la vida sin nadie, gana todo el dinero que puedas y no dejes que los medios te impidan alcanzar tus fines”.
El actual fue señalado como Año Europeo del Voluntariado. En alandar nos ha parecido importante darle un buen fin a este 2011. Así, presentamos en el tema de portada, entre otros documentos, un testimonio emocionado de un voluntario acerca del gozo de seguir la segunda parte del mandamiento más importante de nuestro maestro, Jesús de Nazaret: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”
Ahora que todo se mide en términos económicos y monetarios, en un momento en el que lo auténticamente importante se ha visto relegado, en los telediarios y en la preocupación de las gentes, por miedos insuflados por el todopoderoso dios Mercado, adquiere un mayor significado descubrir cómo miles de personas dedican en nuestro país parte de su tiempo a seres humanos que la sociedad ha apartado y arrinconado en el lado oscuro del camino.
El voluntariado se ha convertido una “enfermedad muy contagiosa”. Quien prueba esta experiencia sublime de generosidad desinteresada muy pronto tiene claro que la enorme devolución de humanidad que se recibe provoca que se termine convirtiendo en una práctica adictiva. Ojalá se conociera bastante más y se difundiera en otros espacios, de manera que fueran más las y los que se acercaran a probarla. Éste era uno de los objetivos del año Europeo del Voluntariado.
La necesidad de implicar cada vez a más seres humanos en la atención a los colectivos más desprotegidos (sin techo, inmigrantes, mujeres maltratadas, personas mayores, jóvenes en exclusión) es tan grande, que resuena con mayor fuerza aún -si cabe- la frase urgente del Señor en el momento de lanzar a los suyos a recorrer los caminos para difundir su mensaje, cuando afirma aquello de “La mies es mucha y pocos los obreros”.
El amor y la generosidad se convierten en fuentes renovables e inagotables de energía. El voluntariado sabe conjugar ambos elementos en torno a una acción que, como todas las que nos propone el Evangelio, es revolucionaria y contracorriente. Cuando el Estado del bienestar parece desmoronarse -y sin que haya que dejar de reivindicar que lo servicios sociales públicos deben seguir siendo bienes fundamentales- la acción voluntaria en ONG y asociaciones se convierten en seña de identidad para quienes se niegan a tirar la toalla.
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