Hay pequeñas acciones que dicen mucho, gestos por la paz que cuestan muy poco y que definen a quien los hace. Uno de ellos es la objeción fiscal. Este hábito responsable, que recomendamos en alandar todas las primaveras, supone testimoniar la insumisión frente a un Gobierno que se gastó el año pasado 15.834 millones de euros en el ejército. Ser objetora u objetor fiscal no genera graves problemas para quien se significa en ese sentido. Además, permite reconocer a personas que están dispuestas a transitar de las palabras a los hechos respecto a la rebeldía que exige un paso al frente en un momento histórico tan injusto como el que vive nuestro país.
Un ex ministro de defensa que lo fue con gobiernos de la UCD, del PSOE y del PP decía recientemente, en un reportaje del programa de TV Salvados sobre el militarismo en España, que es normal que los presupuestos de educación y sanidad sufran unos recortes más severos que el del Ministerio de Defensa. “La seguridad del país es lo primero”, sentenciaba ante la cámara y la cara petrificada de Jordi Évole, su entrevistador. ¿A alguien le puede extrañar? España sólo redujo en 2012 en un 8’8% su presupuesto militar, un recorte muy inferior al del 16’9% que se aplicó al resto de los departamentos.
Todos estos datos apoyan argumentos, más basados en valores evangélicos, que llevan a Manolo Copé, miembro de la Comisión Permanente de la HOAC, a afirmar en este número de nuestra revista que “debería ser imperativo para todos los cristianos hacer objeción fiscal”. Se trata de una acción coherente con la coyuntura de crisis económica en la que vivimos pero, además, alcanza una lógica aplastante para quien cree que la ciudadanía debe ejercer su derecho a resistir ante las injusticias. Una: el Gobierno español compró en 2012 cuatro aviones de combate Eurofighter por el “módico” precio de 540 millones de euros. Cuarenta millones menos, o sea, 500 millones, servirían para facilitar la asistencia médica a los 150.000 inmigrantes sin papeles a los que ese mismo gobierno les retiró la tarjeta sanitaria en septiembre.
Esta acción sería una oportunidad magnífica de mostrar la resistencia de un número cada vez mayor de gente a situaciones anacrónicas, algunas ya resueltas, como el servicio militar obligatorio (en enero se cumplieron diez años de su desaparición). Aunque desde Hacienda se niega la existencia de la objeción fiscal, hay constancia en sus archivos de quienes, año tras año, se niegan a financiar con sus impuestos los gastos militares.
Otra reflexión interesante que planteamos en este número de alandar se refiere a si marcar o no la casilla que corresponde a la Iglesia católica en la declaración del IRPF. Nuestro colaborador, Pedro José Gómez, explica en su texto los pros y los contras de hacerlo, al tiempo que recuerda que, pese a las opiniones de cada cuál, lo que no debería usarse es la palabra de Dios en falso. (“Como Dios manda” fue un eslogan de la campaña lanzada por la Conferencia Episcopal). Porque, el Padre lo que manda es que las “lanzas se conviertan en podaderas”.
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