La declaración de los derechos humanos proclamada por la ONU el 10 de diciembre de 1948 cumple ahora 65 años. Desde que fue firmada, las potencias occidentales lograron que siempre fueran pensados como derechos civiles o políticos y no tanto como derechos sociales y económicos. También fueron vistos como derechos individuales.
En la declaración son reconocidos solamente el individuo humano y los Estados. No se reconocen derechos de la sociedad civil o de comunidades tradicionales. Y, como su lenguaje fue de la cultura occidental, la Declaración de Derechos Humanos de la ONU pudo ser acusada de cierto colonialismo. Al menos en América Latina, los derechos humanos fueron muchas veces usados en contra el proyecto liberador de los pueblos.
En una sociedad estructuralmente desigual, la igualdad social no puede canonizar esa desigualdad. Tratar jurídicamente como iguales a personas que, por su condición social y política, son desiguales significa perpetuar las desigualdades injustas.
Así, en nombre de los “derechos humanos” el imperio norteamericano siempre condenó el socialismo cubano e intentó ver dictaduras en todo sistema social que se levantara en contra los derechos absolutos del Estado y empresas norteamericanas a robar y explotar nuestros países del sur. En esa línea, Hugo Chávez fue siempre visto como un dictador (no permitió que Venezuela siguiera siendo esclava de los explotadores de petróleo y en las manos de las multinaciones de la midia norteamericana). Evo Morales es solo un caudillo populista y Rafael Correa no pasa de un demagogo. El imperio alza la bandera de los derechos humanos en contra de la utopía revolucionaria de nuestros pueblos. Hablan de Derechos Humanos como una estrategia contra la liberación de las personas empobrecidas del mundo.
Es verdad que, en los años más recientes, la ONU ha aprobado declaraciones sobre los derechos de los pueblos indígenas (2007), de la infancia, de las mujeres y también se discute si la “Carta de la Tierra” aprobada por la UNESCO en el inicio de los años 2000 podrá ser una especie de “Carta de los derechos de la Tierra”, promulgada por la ONU.
Los pensadores afirman que solo una persona dotada de conciencia ética puede ser sujeto de derechos. Así solo se podría hablar de “derechos humanos” y no de derechos de los animales o de la naturaleza o de la tierra. Esas discusiones filosóficas no son concluyentes, pues hay tesis que afirman que los animales tienen sentimientos y hasta cierta conciencia de sí y de los otros. Y, desde James Lovelook, se habla de la tierra como un super organismo dotado de vida y algo que puede ser considerado como una autoconciencia que la lleva a proteger las condiciones de la vida.
Independiente de las conclusiones que se pueden sacar de todo eso, la tierra y todos los seres vivos son merecedores de cuidado y atención y no merecen ser tratados solo como objetos de lucro y mercancía. Con relación a los derechos humanos, en América Latina el nuevo proceso social y político bolivariano considera los derechos humanos desde la dignidad de cada persona y de las comunidades. Todos y todas son llamados a alcanzar el buen vivir, o sea, la felicidad de convivir en condiciones de paz, justicia y comunión con el universo. En el Evangelio, Jesús dijo: “Yo vine para que todos tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10, 10).
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