Por Irene Gutiérrez y José Luis Jiménez
La periodista María-Paz López escribía hace un tiempo un artículo en su blog del periódico La Vanguardia, Fe en el mundo, alrededor del tema de las diaconisas como “todavía hoy el gobierno de la Iglesia católica, la toma de decisiones y la visibilidad pública de la institución siguen casi exclusivamente en manos de hombres, en su mayoría clérigos”. Sin duda, el camino que queda por recorrer es amplio, especialmente en la visibilización del servicio que cada día las mujeres en la Iglesia ejercen de forma incansable, silenciosa y con inmensas dosis de gratuidad.
A fin de cuentas, estamos en el siglo XXI y la presencia de la mujer en los órganos de gobierno y decisión de la Iglesia -como el cambio climático- es una realidad que parece imparable, que algunos se empeñan en negar. Sin embargo, cada día podemos comprobar que los espacios de representación de la Iglesia empiezan a coger, aunque sea a cuentagotas, un perfil más femenino. La presencia de la mujer en la Iglesia está más que demostrada con el simple hecho de abrir la puerta de una iglesia un domingo cualquiera pero, según aumentan responsabilidades o representaciones, la mujeres desaparecen de la escena.
Por eso nos hemos acercado a dialogar con dos mujeres que, desde sus espacios de trabajo o servicio, ponen de manifiesto cómo la presencia de la mujer en espacios de visibilidad y gobierno dentro de Iglesia es una realidad que ha llegado para convertirse en una normalidad que debería dejar de sorprendernos.
A primera hora de la mañana de un día cualquiera de febrero nos abre las puertas de su despacho Mª Ángeles López Romero, desde hace un par de meses directora editorial de la editorial San Pablo, tras dejar su cargo como redactora jefa de Revista 21. Pero para la editorial el salto ha sido más grande: por primera vez es una mujer y laica la que ocupa el más alto puesto ejecutivo en la empresa, siempre ocupado por religiosos paulinos.
[quote_right]La presencia de la mujer en la Iglesia está más que demostrada con el simple hecho de abrir la puerta de una iglesia un domingo cualquiera[/quote_right]
Llegamos a la editorial San Pablo y, tras la puerta, rodeada de las últimas novedades editoriales, alguna de ella escrita por ella misma, nos recibe Mª Ángeles López Romero. Su responsabilidad, básicamente, es sacar adelante las últimas novedades en materia de libros y cualquier otro producto que se publique. Dicho de otra forma, es la encargada de contactar con los autores y decidir si se publica o no un determinado material. No se siente especial por haber llegado a este puesto, pero desde luego que tampoco se lo esperaba. Tras muchos años trabajando como periodista en Revista 21 buscando la verdad y queriendo transmitir ante todo la grandeza de la condición humana, publicó su primer libro en dicha editorial, Papás Blandiblú. Ocho años más tarde, le propusieron sacar una nueva colección, la colección Alternativas que, como ella misma describe “es un auténtico disfrute” y, sin parar de disfrutar con el trabajo del día a día, empezó el pasado enero a dirigir la editorial de los paulinos. Sin embargo, es consciente de que su nombramiento ha generado sorpresa y expectación: “Cuando llegas a un sitio donde se va a presentar un libro y en la mesa, a mi lado, se sientan dos cardenales, callados mientras tú tomas la palabra, es una novedad para mucha gente”. Afortunadamente, la sorpresa va acompañada de otra sensación mucho más placentera. “También he percibido cariño, respeto y apoyo tanto en hombres como mujeres que, cuando terminas una intervención en una Facultad de Teología, agradecen un nuevo tono y estilo”.

M.ª López Romero Directora editorial de San Pablo. Foto: I.G.
Pero si algo hay que agradecer a Mª Ángeles es un honestidad y sinceridad. No se corta en reconocer que, a lo largo de la historia, la Iglesia, debido quizá también al contexto social y cultural en el que se movía, ha discriminado a la mujer. “El siglo XXI es el siglo de la mujer y por primera vez se puede romper esa dinámica y esas inercias que han llevado a que todas las estructuras sean machistas”. Quizá, como muchos apuntan también, “la Iglesia tiene una deuda mayor porque Jesús fue un revolucionario en el trato que dio a las mujeres de su tiempo. Por desgracia, la Iglesia ha dilapidado y, a veces, ocultado esa herencia. A mí, como mujer, me parece una tragedia. Parece que, poco a poco, se hacen esfuerzos pero se nos pide paciencia y, ¿por qué tenemos que seguir teniendo paciencia, si cualquier persona con sentido común sabe que se cometen discriminaciones constantes, no solo en la Iglesia, sino en todos los ámbitos?”. A Mª Ángeles, como a tantas mujeres de Iglesia, todavía no se le han borrado esas imágenes de una religiosas limpiando el altar que tanto dieron que hablar en la consagración de la Sagrada Familia como basílica. Y es que, más allá de la anécdota, es triste ver que la mujer es relegada a ese servicio cuando “sin embargo, tenemos tanto que decir y cuando, a lo largo de la historia de la Iglesia, ha habido mujeres sabias, místicas, comprometidas, que son un verdadero ejemplo”.
[quote_right]Por primera vez es una mujer y laica la que ocupa el más alto puesto ejecutivo en la empresa, siempre ocupado por religiosos paulinos[/quote_right]
Pero ese decir no se puede conseguir tampoco discriminando los matices que aporta el hombre. “Muchas veces hemos caído en el error de marcar la diferencia. No se trata de decir qué matices aporta la mujer que no aporte el hombre, se trata de aportar lo común al 50% de la humanidad o incluso más, si tenemos en cuenta que las iglesias están llenas de mujeres. Aportamos la diversidad, la riqueza de ver la vida de manera diferente. Cierto es que a la mujeres se nos ha educado en ser más abiertas, en expresar las emociones o en trabajar por el bien común sin buscar el interés personal, pero a mí no me gusta hacer hincapié porque todos podemos trabajar igual y, si ponemos el énfasis en esta diferencia, estamos dando razones para decir: como sois más sensibles, mejor no estar en puestos de responsabilidad; como sois más cuidadoras, mejor dedicaros a cuidar y no a decidir. Ese ha sido el gran error. Se han repartido las tareas y nos estamos perdiendo las riquezas de compartirlas cada uno desde nuestros talentos y dones”.
Pese a considerarse una mujer optimista y esperanzada no lo es tanto con la presencia de la mujer en la Iglesia. “Se hacen avances en otros campos pero en el de la mujer parece dar miedo. No espero lo que me gustaría que pasara, es decir, que hubiera mujeres en todos los espacios de toma de decisión de la Iglesia”, afirma. Sin embargo, termina mojándose en sus deseos hacia la Iglesia en los futuro más cercano: “Me gustaría ver el diaconado femenino, que es algo sencillo y ya ha habido, que las congregaciones femeninas no tengan que contar con un superior masculino que les diga o dé permiso para según qué cosas. Que se aumentase el espacio a la teología hecha por mujeres, que no se haga una teología de la mujer sin la mujer. Y, desde luego, que hombres y mujeres podamos convivir con naturalidad”.
Tras finalizar el diálogo con Mª Ángeles, nos dirigimos a la carrera hasta la otra punta de Madrid. En la calle Núñez de Balboa, dentro de un edificio convencional que pasa desapercibido entre tantos logotipos de multinacionales que se sitúan por la zona, se encuentra la CONFER (Conferencia española de religiosos y religiosas). Allí quedamos con Mariña Ríos, actual presidenta del organismo y que, a pesar de su complicada agenda, puede salir de un consejo general de la organización para atendernos durante una agradable conversación.

Mariña Ríos, presidenta de Confer. Foto: I.G.
Está en el cargo, oficialmente, desde el pasado mes de noviembre pero ejerciendo de forma interina desde abril, tras la elección episcopal de su antecesor. Tiene como función principal la de representar a CONFER -y, con ello, a todos los religiosos y religiosas de España– y convocar al consejo general cada dos meses. Así que su día a día en esta nueva misión, pendiente de agenda y calendario siempre a mano, se une a su labor como provincial de la Compañía de María.
A pesar de la novedad que supone su nombramiento, al ser la primera mujer en ocupar la presidencia del organismo, ha sido una transición de lo más normal, como ella misma nos aclara, aunque, por qué no decirlo, también esperada. Mariña se ha sentido acogida y apoyada desde el principio gracias, quizá, a que en CONFER tienen por costumbre y estatutos tener los cargos equilibrados. Así, si el presidente es un varón, la vicepresidenta, tiene que ser mujer y viceversa, como ahora mismo está ocurriendo.
Sin embargo, a pesar de la normalidad que nos quiere transmitir, la propia Mariña es muy consciente de la realidad y reconoce que su nombramiento puede ser una novedad y una noticia. Pero también es clara diciendo que no hay que dar “más peso a la novedad del que en verdad tiene, ya que eso puede ocultar el papel real de muchas mujeres en la Iglesia”. Y así, con esta frase, entramos en materia.
[quote_right]Jesús fue un revolucionario en el trato que dio a las mujeres de su tiempo[/quote_right]
Una de las primeras cosas que nos deja claras es que la mujer no sólo tiene importancia dentro de la institución eclesial cuando tiene un título. “Tenemos un papel por lo que vivimos en ella y por lo que construimos, aunque con ello no quiero decir que no sea importante visibilizar la realidad que ocurre en la Iglesia”. Al igual que nos comentaba Mª Ángeles, es consciente de que esa diferencia está marcada por el fruto y el desarrollo de la historia, tradicionalmente machista en cualquier ámbito. Pero, a la vez, no se cansa de repetir una y otra vez que la esencia es creernos que lo importante es anunciar la Buena Noticia. Otra palabra que se repite varias veces a lo largo de esta entrevista es normalidad. Si hay que soñar cómo, de aquí a cinco años, puede ser el papel de la mujer dentro de la Iglesia, Mariña desearía que se hiciese normal ese caminar juntos entre mujeres y hombres, ese aportar por igual y, sobre todo, ese emerger lo que se aporta porque ya hay mujeres arriesgadas a dar vida a proyectos nuevos y a ser buena noticia. En este sentido, también espera que su nombramiento no sea visto tanto como un hecho que rompa barreras sino como algo que ayude a visibilizar a la mujer dentro de la Iglesia. Y no duda en parafrasear al Evangelio según San Mateo: “Que brille vuestra luz, para que vean a Dios”. Porque a veces podemos llegar a confundir los objetivos intermedios con objetivos finales y el objetivo no es otro que el encuentro con el Padre (o la Madre).
Continúa con una advertencia sobre el valor de lo pequeño, que va muy ligado a muchos de los servicios que llevan a cabo miles de mujeres laicas y consagradas en la Iglesia. “A veces no valoramos lo cotidiano, valoramos lo brillante. Sin embargo, es en lo cotidiano donde se teje la vida. Y hay que ser conscientes de que sin ese laicado no habría parroquias. La pregunta, por tanto, es: ¿desde qué claves miramos? Nos hacemos trampas porque estamos metidos en categorías y las claves del Evangelio van por otro lado”.
Y todo esto desde la humildad y el reconocimiento a muchas mujeres que en la actualidad de este país se baten el cobre cada día por hablar de Dios desde su femineidad. “Sé que mi nombramiento y otras muchas cosas ayuda a visibilizar a la mujer, pero gracias a Dios va habiendo mujeres que están ayudando mucho desde el campo de la teología. Desde simples profesoras de teología anónimas, pasando por Julia, la secretaria general de CONFER, hasta una Pepa Torres o Dolores Aleixandre, que expresan a Dios desde su ser mujer”.
Concluimos con un pensamiento que compartían tanto Mariña como Mª Ángeles, que es el de recuperar a referentes femeninos en la historia de la Iglesia. Mariña comparte con nosotros algunas de sus referencias: “Juana de la Estola, fundadora de la Compañía de María, genera vida eclesiástica para las mujeres, a las que llama a unirse para socorrer a la Iglesia. Teresa de Jesús, una mujer osada, creadora, atrevida, que aportó nuevos modos de hacer en la Iglesia.” Comparte con Mª Ángeles a Teresa de Jesús pero esta última suma a místicas de los últimos siglos como “Etty Hillesum, que, pese a no ser cristiana, fue capaz de encontrar a Dios en el silencio y el horror de la Segunda Guerra Mundial o Simone Weil, con toda su dimensión mística pese a vivir alejada de la institución”.
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