“Veo en las personas migrantes a mi Señor Jesús que llega”

pag24_personal1_web.jpgDesde hace años, el padre Alejandro Solalinde vive amenazado y acosado; ha sido detenido y advertido por las autoridades mexicanas. ¿El motivo? Defender los derechos humanos de los migrantes centroamericanos –guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses- que tratan de llegar a los Estados Unidos en busca de un futuro que les ha negado el destino y que en el camino son objeto de palizas, robos, secuestros, violaciones y asesinatos. Durante un mes y medio y bajo la “protección” de Amnistía Internacional (AI), Solalinde comparte en España su experiencia, denunciando la violencia y el silencio que se cierne sobre miles de personas.

¿Qué le viene a la mente cuando le digo migrante?

Un traslado, un éxodo forzado de personas que en sus lugares de origen no encuentran las condiciones indispensables para tener una vida un poco humana. Es un éxodo de pobres, que no pueden vivir en su país por cuestiones económicas, pero también por cuestiones de violencia social y que les obliga a pasar por esa frontera de 4.000 kilómetros terribles que es México.

Cuando habla con los inmigrantes, ¿qué es lo que percibe en ellos: temor, esperanza, incertidumbre, desesperación?

Lo que veo en ellos, desde mi fe, es a mi Señor Jesús que llega. Para mí es un honor recibirlos y servirlos. Es inexplicable que ellos, que no tienen nada, que cruzan por un México que les quita todo -ropa, zapatos, dinero, honra- y aún no conocen el lugar al que van, mantengan la esperanza. Pero también puedo ver en sus ojos mucho dolor, sufrimiento, secuelas de violencia, violación de sus derechos humanos. Esto es mucho más grave en el caso de las mujeres.

El tren “la bestia”

¿Cómo definiría el tren en el que viajan los inmigrantes y que llaman “la bestia”?

El tren es como las víboras, que de las decenas de variedades que hay sólo el dos por ciento son venenosas, pero todos las temen. Igual sucede con el tren, que en sí es inofensivo, pero que resulta mortal cuando la policía mexicana y los funcionarios del Instituto Nacional de Inmigración hacen operaciones por las noches. La gente –que viaja en el techo- se tira en marcha. Como consecuencia de ello unos mueren, otros quedan heridos, muchos son detenidos y de ahí secuestrados, extorsionados. Nosotros hacemos de ese tren una bestia y un instrumento mortal.

¿Por qué esta persecución implacable de las autoridades?

Es el compromiso de los acuerdos con los Estados Unidos a través de la “Iniciativa Mérida”(tratado para combatir supuestamente el narcotráfico y el crimen organizado) por el que México ha recibido millones de dólares. El problema está en que funcionarios han traducido este compromiso en atropellar los derechos humanos. Por otro lado, los persiguen porque los migrantes no son personas, son mercancía para la policía, la delincuencia organizada, los funcionarios corruptos. Es una oportunidad de conseguir dinero fácil. Es la industria de la explotación del pobre.

¿Qué piensa del “muro de la tortilla” que se levanta en la frontera entre México y los Estados Unidos?

El muro es una “ilusión”, es dinero tirado. No va a evitar que entren los migrantes porque ya están dentro. Lo que hay es un miedo tardío de los “anglos”, a los que aterra la invasión de los latinos. Puedes entender que quieran defenderse, pero son olvidadizos. Estados Unidos es un país cosmopolita como ninguno. Sin embargo se olvidan de que ellos no son los dueños de esas tierras, que los originarios son otros, que han sido exterminados y los pocos que quedan los han dejado en reservas como piezas de museo. No sé cuánto tiempo durará el muro, pero terminarán por tirarlo. En cualquier caso, el muro más peligroso es el de los prejuicios, el racismo, la discriminación, la xenofobia, que están en el corazón de las personas.

La casa de los migrantes

¿Qué es el albergue “Hermanos en el camino”?

Es un espacio para dar refugio y seguridad a la gente. Es como un oasis en medio del desierto terrible y mortal que viven los migrantes. Aunque es propiedad de la Iglesia católica, el albergue es la casa de los migrantes, un lugar de respeto y cariño. Al dueño de la casa no se le puede poner condiciones; por lo tanto, no importa ni su origen, ni su estado, ni su género. Todos son bienvenidos, aunque no permitimos el uso de drogas, la ingesta de alcohol, llevar armas y deben dejarnos los celulares (móviles), porque lo emplean mucho los “polleros”, los secuestradores. Cuando se van se les entrega todo. Desde mi fe, el albergue es un lugar sagrado, es un templo en el que está el Señor, en el que está Jesús, en el que siento fuertemente la presencia de Dios.

¿Quiénes colaboran con usted en esta labor?

Es un equipo de dieciocho personas, hombres y mujeres, la mayoría mexicanos (pero los hay también de otros países centroamericanos) que fueron víctimas y que se quedaron para luchar por sus hermanos. Es un equipo excelente, que ha perdido el miedo. Sabemos que corremos riesgo, que mañana podemos no existir, pero estamos muy identificados con la causa y amamos a los migrantes.

¿Asume que cada día se juega la vida?

Sí. Soy consciente de que estoy amenazado. Sé que un día me pueden hacer desaparecer. Lo que me consuela es que no soy el Mesías, ni voy a empezar ni terminar nada. Solamente estoy haciendo lo que me toca. Estoy seguro de que la última palabra la tiene Dios, no la delincuencia organizada.

pag24_personal2_web.jpg¿A quién teme más, a la delincuencia organizada o a ciertas autoridades de su país?

Obviamente, a los funcionarios. Creo que la orden de matarme no vendrá de los “maras”, “zetas”, narcotraficantes, porque si hubieran querido ya me habrían matado. Me queda claro que los “jefes” están más arriba. De ahí la importancia de la prensa, de los organismos internacionales, de la Pastoral de la Movilidad Humana… Siento que todo este apoyo disuade a quien tiene que dar la orden de matarme.

Respeto

¿Se siente respaldado por la Iglesia de México?

Me siento profundamente respaldado por Cristo. Sé que nadie es profeta en su tierra. En mi diócesis de Tehuantepec no cuento con la comprensión de mis compañeros. Mi obispo “me tiene paciencia”, pero me respeta. De algunos obispos he recibido palabras de apoyo y de ninguno he tenido censuras, aun diciendo cosas fuertes y claras.

¿Cuáles son esas cosas fuertes y claras?

La Iglesia es un misterio de comunión, es una unión en la diversidad. Tiene que haber todo punto de vista, unos avanzados y otros conservadores. Lo importante es que nos respetemos. Pienso que la Iglesia conserva una estructura medieval, jerárquica piramidal, clerical, en la que los laicos son cristianos de segunda y la mujer de tercera clase. Continúa siendo machista y excluyente. La Iglesia está llamada a ser un pueblo caminante, migrante y evangelizador, pero no con teorías, sino con testimonio. Es burocrática, concentrándose en el culto y olvidándose de la gente de la calle. Jesús fundó la Iglesia, no un estado Vaticano. Jesús sirve a la gente y hoy podríamos preguntarnos si la Iglesia sirve a la gente o se sirve de la gente.

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