Algunos de los expertos en energía no se cansan de decir que lo importante no es tanto encontrar y desarrollar nuevas fuentes renovables de energía, cuanto hacer que la que tenemos sea eficiente y no se desperdicie. Utilizan una imagen que ilustra bien la idea. Si tenemos un cubo con agujeros, no basta preocuparnos de cómo llenarlo, pues nada será nunca suficiente. Lo primero que habrá que hacer será cerrar los agujeros. Pues eso es lo que ocurre con la energía. Nuestro primer problema es cómo evitar el derroche, pues con lo que consumimos ninguna fuente energética renovable será suficiente. En cambio, si conseguimos bajar del 30 o 40% nuestra necesidad energética, entonces sí que cualquier fuente podrá afrontar la demanda.
Pues he aquí que en Europa nacen las ESCO (Energetical Service Company) que proponen a ayuntamientos, comunidades, o privados… lo siguiente: “Nosotros hacemos un estudio de dónde ustedes pierden energía y nos ocupamos de las reformas estructurales necesarias para ahorrar un 30% en la factura mensual de gas, agua, electricidad… Durante los primeros 4 años l margen de ahorro nos lo quedamos nosotros, a partir del quinto año sus facturas quedarán reducidas”
Las ventajas de esta idea son dos. La primera es que si uno no hace nada, seguirá gastando y pagando “eternamente” la misma factura de energía. Si en cambio interviene de este modo, a partir de un cierto momento gasta y paga menos.
La segunda ventaja es que con este método el ahorro energético deja de ser un asunto de “ecologistas masoquistas” dispuestos al sacrificio y a vivir en la edad media, para convertirse en algo que “conviene” a todos porque toca y beneficia también el bolsillo. Deja de ser una cuestión ideológica para ser objetivamente interesante para cualquier hijo de vecino: ahorrar energía no es sólo necesario y correcto, sino que además es conveniente.
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