Si nos remitimos a la vida de cada día, cuando a alguien se le pide que confirme una cosa o cuando, sencillamente, la confirma, todo el mundo entiende que lo que va a hacer o lo que se le está pidiendo a ese alguien en cuestión no es ni más ni menos que la ratificación de algo que previamente había dicho o había hecho, pero que necesita ser reafirmado o poner un acento especial en aquello que hizo o dijo en su día.
¿Tiene esto algo que ver con el significado de uno de los sacramentos de la Iglesia, concretamente con el de la confirmación? ¿Existe, pues, algún símil o paralelismo? Una explicación breve sobre los aspectos más directos que configuran este sacramento. En primer lugar, se trata de un sacramento que, según declaró el concilio de Trento, fue instituido por Cristo, en contra de los protestantes, que lo rechazaban debido a que, según ellos, no aparecía en el Nuevo Testamento el momento preciso de su institución. Trento, sin embargo, aduce como prueba contundente el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 8, 15-17; 19, 5-6) “Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo”.
La Iglesia Católica, sin embargo, considera que es falso el hecho de relacionar la confirmación con la pertenencia a la misma por parte de la persona que recibe dicho sacramento, en el sentido de aceptar de manera consciente y voluntaria pertenecer a ella, una vez conseguida la madurez personal, después de haber recibido el bautismo al poco tiempo de haber nacido. Según la Iglesia, este sacramento es uno de los tres que forman la iniciación cristiana junto con el bautismo y la comunión; o los cuatro, si se incluye la penitencia. De ahí que la recepción del mismo por parte de la persona católica, en cuanto al tiempo se refiere, haya pasado por momentos diferentes. A partir del siglo XVII y hasta el concilio Vaticano II convenía que no se dilatase demasiado, aunque podía llegar a recibirse en edad adulta, ya que estaba supeditado a la visita a la parroquia por parte del obispo, único ministro ordinario de dicho sacramento. Sin embargo, la recomendación que se daba era que se recibiera entre los dos y los siete años, coincidiendo más o menos con la primera comunión.
Está claro que lo que privaba en este caso era la efectividad del sacramento por sí mismo; lo que se conoce como el “ex opere operato” en contra del el “ex opere operantis”, según lo cual el sacramento tendría una efectividad u otra dependiendo de la actitud de la persona que lo recibe; (perdón por los latinajos, pero es la misma terminología que utiliza el Concilio de Trento). Según este supuesto, administrar la confirmación en la infancia, contaba muy poco o nada la disponibilidad del sujeto, transgrediendo o pasándose por alto algo tan propio y exclusivo de la persona como es la voluntad y la libertad que se deriva de la misma.
Cabe decir que se da un cambio a partir del concilio Vaticano II en los años sesenta. A pesar de seguir manteniendo la doctrina de Trento en el sentido de que el sacramento produce efectos espirituales por sí mismo, sin embargo recomienda que la recepción del mismo se posponga hasta la adolescencia. Pero no tanto porque la persona confirmanda recibirá más “cantidad” de gracia, sino porque será más consciente del significado que debe tener para su vida la confirmación pública de la fe que recibió un día por medio del bautismo.
A partir de ese momento, muchas parroquias y movimientos eclesiales aprovecharon precisamente la recepción del sacramento de la confirmación para relanzar una pastoral de jóvenes, yendo un poco más allá de la adolescencia, en la que la catequesis previa jugase un papel importante. Después de este proceso de formación era el joven o la joven quien tenía que decidir si quería confirmar o no el bautismo que recibió un día porque así lo habían pedido sus padres; y, junto con el bautismo, su pertenecía de hecho a la Iglesia. Había quien optaba por recibirlo; otras personas lo posponían para cuando lo vieran más claro, mientras que unas terceras decidían dejar de lado su pertenecía eclesial. No dejaba de suponer todo ello una profunda riqueza por lo que a la pastoral de jóvenes se refiere.
Sin embargo también llegó el involucionismo en este campo como en otros muchos de la Iglesia. La mayoría de las conferencias episcopales, la de nuestro país entre ellas, siguiendo directrices de Roma, decidieron renunciar a esta práctica y volver, si no a esquemas anteriores, sí a fórmulas intermedias que, en definitiva, suelen acabar por no ser ni carne ni pescado, como así ha sido en efecto. No habían superado el nacionalcatolicismo y añoraban volver a ver las parroquias llenas de niños y niñas entrando en la adolescencia, pues en la mayor parte de los casos no son adolescentes ni mucho menos. Por ello ordenaron retrasar lo menos posible la recepción del sacramento de la confirmación. Intentaban razonarlo con el argumento que suelen aducir siempre, diciendo que había que confiar más en la fuerza del Espíritu que en nuestro esfuerzo, empeño y trabajo. ¡Pobre Espíritu, cuantas cosas le hacemos hacer que no son precisamente de su incumbencia!
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JESUCRISTO NOS DEJÓ EJEMPLO (Juan 13:15). Se bautizó siendo hombre (no niño)
Mateo 3:13-17. -Entonces Jesús vino de galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él, mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por tí, ¿y tú vienes a mí?. Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aqui los cielos le fueron abiertos, y vió al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia.-
El BAUTISMO ES PARA CREYENTES, NO PARA NIÑOS, NI RECIÉN NACIDOS
Hechos 8:12. -Pero cuando CREYERON a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban HOMBRES Y MUJERES.-
No hay excusa dice: HOMBRES Y MUJERES (no es para niños recien nacidos)
Hechos 16:32,33. -Y le HABLARON la palabra del Señor a él, y A TODOS los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos
¿¿ A qué niño recien nacido o de meses de nacido, se le habla la palabra del Señor ??
Hechos 18:8. -Y Crispo, el principal de la sinagoga, CREYÓ en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, OYENDO, CREÍAN Y ERAN BAUTIZADOS.
¿¿ Qué niño recien nacido o de meses de nacido, puede oir y creer para ser Bautizado ??
Mateo 3:5,6. -Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, Y ERAN BAUTIZADOS POR ÉL EN EL JORDÁN, CONFESANDO SUS PECADOS.-
¿¿ Qué niño recien nacido o de meses de nacido, puede CONFESAR SUS PECADOS ??
EL APÓSTOL PEDRO DIJO: – Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.- (Hechos 2:38)
UN NIÑO RECIEN NACIDO no tiene ni conciencia, ni entendimiento de sus actos, de ¿QUÉ? se va arrepentír, y mucho menos en ¿QUÉ? va a creer, y cómo recibirá el don del Espíritu Santo ??
LOS ARGUMENTOS CATÓLICOS SIEMPRE HAN SIDO DE PERDICIÓN Y PARA PERDICIÓN.
¡¡¡ A DIOS SEA SIEMPRE TODA LA GLORIA !!!