Nos conocemos desde hace ya más de un año. Él va subiendo al hospital y bajando a su casa a lo largo de este tiempo un buen número de veces. Es algo que sucede en muchos de los casos de las personas internas en el hospital y que sufren de problemas respiratorios.
Con sus 80 años cumplidos hace ya bastante tiempo, es un hombre sereno, calmado, muy inteligente y con un interés muy claro de querer saber cada día más. La forma de saludarnos es muy curiosa y entrañable. Un día, sin darme cuenta de ello, le puse la mano en la suya y se la fui pasando suavemente durante unos segundos. Sin esperarlo, él pronunció mi nombre. Era evidente que me había reconocido y ya habían pasado varios meses desde el día en que nos despedimos.
Éste ha pasado a ser nuestro saludo, el pasarle la mano por la suya, con el cariño que se tienen unos amigos que se sienten cercanos y con ánimo de seguir estrechando nuestros lazos de amistad. Sus ojos no le responden, pues no ve nada. Pero ¡es tan precioso lo que llega a ver en su profundidad!
Hace unos días pasó una fuerte crisis, pues sus posibilidades de respirar se estaban quedando cada vez más limitadas. Era la primera vez que le veía pesimista, sin ánimos de vivir. Yo me quedaba a su lado en el deseo de expresarle mi ánimo y esperanza. Afortunadamente, ahora se encuentra bien y hoy volverá a su casa. ¿Hasta cuándo? ¿Llegará el día en que volvamos a saludarnos con este saludo tan entrañable? Deseo que disfrute del cariño de su mujer, pues es lo más entrañable que pueden vivir ambos. ¡Precioso el amor a sus años!