Hace muchos años, cuando era seminarista, me encontraba en un pueblecito de Zamora. Allí colaboramos con el párroco en las celebraciones y dábamos catequesis a los ni¬ños. Un día me tocó ir a mí a tocar las campanas para llamar a los niños. Mi desconoci¬miento de los diferentes toques provocó que en unos minutos la plaza de la Iglesia se lle¬nase no de niños sino de cabras y ovejas. Mi perplejidad encontró una respuesta cuando salió una señora de una casa vecina y me explicó que la gente había dejado salir a los animales de sus casas porque el toque que había sonado se parecía más a la “cabreada” que al toque que debía anunciar un acto en la iglesia para los niños. Las cabras ya sabían el camino de la plaza y allí esperaban pacientemente al pastor que se tuvo que apresurar a salir de su casa y hacerse cargo del rebaño porque yo le había adelantado la hora de su trabajo.
La cuestión nos sirve para pensar en uno de los evangelios de estos domingos de Pas¬cua. El IV domingo nos ofrece para la reflexión un texto del evangelio de Juan (10,1-10) que habla de las ovejas y del pastor, del redil y de su puerta. Jesús dice que el pastor es el que conoce a las ovejas por su nombre y las cuida. Las ovejas conocen su voz y le siguen. El pastor es el que entra por puerta y no saltando la valla. Jesús dice de sí mismo que él es la puerta. Y, por extensión, el buen pastor. El que entre por él “entrará y saldrá y encontrará pastos.” Porque él ha venido para que “tengan vida y la tengan en abundancia.”
Entre la anécdota de mis tiempos de seminarista y este evangelio se me ocurren algunos puntos a subrayar:
< Lo de Jesús es una pura metáfora. Sus palabras no significan que los miembros de su comunidad deban ser tratados como ovejas en un rebaño. Dios nos quiere adul¬tos, libres y responsables. < Jesús es la puerta y los demás estamos todos al mismo nivel. No hay unos que sean pastores de otros. Más bien todos somos miembros del mismo rebaño y todos nos hemos de cuidar unos a otros. < Lo que yo esperaba eran niños para darles catequesis y no ovejas para llevarlas a pastar. No es lo mismo. No se puede tratar igual a los niños (personas) que a las ovejas. < La comunidad cristiana, de la que Jesús es la puerta, es un lugar de libertad, del que se puede entrar y salir. No tiene nada que ver con una secta ni con un lavado de ce-rebro. Jesús es la puerta y fuente de vida para la comunidad y para cada uno de sus miembros.