Han tenido que pasar cien años para que haya tenido que enterarme, no precisamente por el apoyo institucional que se le está dando al evento, de que tras la poetisa que fue Gloria Fuertes se esconde una gran mujer. Sirva esta escalera como homenaje sentido y merecido y, en cierto modo, como disculpa y enmienda. Hasta hace bien poco, he considerado algo ñoña y cursi a una mujer que, además de escritora, callada pero firmemente supo ejercer militancias, soportar críticas, persecuciones y vetos y mantener bien firmes sus convicciones, su identidad sexual y sus luchas reivindicativas de lo marginal desde su clara apuesta por la paz.

Gloria Fuertes. Imagen Elide Elide @ Flickr
Supongo también que habrá quien, gracias a todo lo que se escribe ahora sobre su centenario, al conocer su condición de lesbiana no permitirá más a sus hijos e hijas leer sus poemas y proteste en el colegio si lo hacen, no vayan a verse contaminadas y contagiadas de homosexualidad las tiernas criaturas. Por cierto, que los míos durante muchos años se han dormido disfrutando de las poesías que su padre y su madre les leíamos antes de ir a dormir. Han leído y usado, cuando en el cole les pedían que se aprendieran una poesía, una excelente edición ilustrada de sus poemas más o menos infantiles editados por Susaeta.
Gloria, públicamente te expreso aquí mi admiración y te pido disculpas por no haberte conocido antes. A partir de ahora estarás en mi librería personal a la altura de otros poetas y escritores que, como Benedetti, Neruda o Galeano han sido inspiración de mis escritos y mis luchas. Y para empezar, me despido con estos otros versos tuyos que hablan de vida y penurias cotidianas: el albañil llegó de su jornada con su jornal enclenque y con sus puntos Bajaron a la tienda a por harina, hicieron unas gachas con tocino, pusiéronlo a enfriar en la ventana, la cazuela se cayó al patio. El obrero tosió: Como Gloria se entere, esta noche cenamos Poesía.